Merton, Thomas: El Libro de las Horas. Sal Terrae, Santander, 2009. 222 páginas. Edición de Katheleen Deignan, con un prólogo de James Finley e ilustraciones de John Giuliani. Comentario realizado por Marta Sánchez.
Katheleen Deignan ha recopilado en este libro algunos de los más bellos pasajes del maestro de la contemplación, Thomas Merton, monje trapense y poeta (1915-1968). La editora ha escogido breves pasajes de uno de los mayores autores espirituales de nuestro tiempo y los ha reunido formando una versión contemporánea del Libro de las Horas. La obra se estructura en oraciones para los siete días de la semana, agrupadas en cuatro momentos del día: amanecer, mañana, tarde y noche.
Como miembro de la tradición cisterciense, la vida de Thomas Merton consistió en orar con los Salmos. El Salterio es el recurso teológico y litúrgico más revelador que nos ha legado la tradición bíblica. Los Salmos expresan el discurso de fe entre el pueblo de la Alianza y su Dios. También Jesús de Nazaret oraba con el libro hebreo de los Salmos.
Desde el siglo VI, San Benito establece la oración reglada de los monjes. Con el tiempo, y avanzando en la Edad Media, se decidió que los manuales de carácter más devocional y privado sirvieran para alimentar la oración contemplativa de los laicos cristianos. Es el caso del Libro de las Horas. En el mundo actual no hay tiempo para la tranquilidad y el pensamiento. Hoy vivimos en la era de la aceleración.
Sin embargo, Thomas Merton constató en su vida que el tiempo es la instancia en que Dios sale a nuestro encuentro, ya estemos orando, trabajando, viajando...: en cualquier situación. Él aprendió a descubrir en el silencio que el ahora es la estación más cercana a la eternidad, es la antesala de la presencia viva donde se encuentra Dios. A lo largo de sus varias décadas de vida monástica, Merton se convirtió en un hombre «intoxicado por Dios», un derviche de la alabanza. Él decía: «el paraíso está a nuestro alrededor, y no lo comprendemos».
En síntesis, este libro es tan solo un medio para que cualquier creyente pueda acercarse al hombre Cristo, el Hombre Nuevo. Es una forma de seguir a Jesucristo siguiendo la exhortación de Pablo «orar sin interrupción» (1 Ts 5,17). Merton nos invita a despertar a nuestro yo contemplativo, a entrar en el tiempo de apertura, el tiempo de la sanación y de la compasión, el temps vierge de la Eternidad.
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