Iglesias, Ignacio: Misionero. Breve semblanza de Pedro Arrupe. Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 2010. 214 páginas. Comentario realizado por Urbano Valero.
La editorial Mensajero había pedido al P. Ignacio Iglesias para el año 2007, en que se celebraba el centenario del nacimiento del P. Pedro Arrupe, una «breve semblanza popular» de éste. Con algún retraso, puso aquel manos a la obra y, a la entrada de la primavera de 2008, tenía en primera redacción un texto que hizo llegar a algunos amigos para recabar su opinión sobre él. Parece que estos coincidieron en dos cosas: por una parte, en el aprecio de la alta calidad del texto, como no podía ser menos procediendo del mejor conocedor, y muy de cerca, del P. Arrupe entre nosotros, que además había podido contar con algunas fuentes autógrafas de este no publicadas hasta entonces; por otra, en la duda, manifestada francamente, de que el escrito respondiera al carácter pedido de «popular». El P. Ignacio, que también tenía sus dudas sobre este punto y estaba asediado por otras urgencias, decidió meter el original en el cajón, por el momento, sin preocuparse más de él «hasta Dios sabe cuándo». Resistió todavía a algún nuevo requerimiento de publicación del texto, y, poco más de un año después, pasaba a gozar definitivamente de Dios, dejándolo oculto entre sus muchos papeles. Algunos de aquellos amigos de antaño encontraron el manuscrito y, con las autorizaciones pertinentes, decidieron publicarlo. Es el libro que ahora se ofrece.
Ignacio Iglesias conocía muy bien al P. Arrupe, desde fuera y también por dentro, y sintonizaba profundamente con él. Con él había colaborado estrechamente, más allá de las funciones estrictas de su cargo de Asistente para España y Portugal, en la redacción de algunos documentos importantes dirigidos a toda la Compañía. Pero, después de la muerte de aquel, fue centrando cada vez más intensamente su interés en un «conocimiento interno» de las más recónditas profundidades de su vida interior. De ese particular interés provienen algunas publicaciones suyas muy significativas sobre el P. Arrupe: la transcripción anotada del texto autógrafo de sus apuntes de los Ejercicios Espirituales hechos a los tres meses de ser elegido General (Aquí me tienes, Señor, Mensajero, Bilbao, 2002); su largo artículo Aportaciones a su biografía interior (en G. LA BELLA [ed.], Pedro Arrupe, General de la Compañía de Jesús. Nuevas aportaciones a su biografía, Mensajero – Sal Terrae, Bilbao – Santander 2007, pp. 973-1019), así como cuatro conferencias pronunciadas a lo largo del año 2007: El Padre Arrupe que voy conociendo (impresa para circulación privada); El Cristo del Padre Arrupe; Pedro Arrupe, un místico para el siglo XXI; y Pedro Arrupe, un cristiano que tomó en serio el Concilio Vaticano II. En esta línea se sitúa el libro que reseñamos.
En él nos sorprende Iglesias presentando al P. Arrupe bajo el título lapidario de «MISIONERO» (acuñado por él personalmente, y me consta que con gran convicción), así, en letras mayúsculas y como título principal; y sólo en subtítulo: «Breve semblanza de Pedro Arrupe». Sabíamos todos de sobra que Arrupe había sido misionero ilusionado, creativo y tenaz durante 27 años en Japón, y que desde muy pronto en su vida de jesuita había «visto» que esa era la misión que Dios le señalaba. El P. Iglesias lo sabía y lo había repetido obviamente muchas veces en sus escritos sobre él. Lo nuevo de ahora es que había llegado a concluir, como resultado de mucha observación, estudio y meditación, que esa denominación era la que mejor le cuadraba y definía. Y en torno a ella estructura su libro, bajo estos epígrafes: Nace un misionero; Cómo se hace un misionero; Misionero (I, II, III); La misión de la fe y la justicia; El Misionero rinde viaje. Al hilo de estos siete epígrafes va narrando y dejando narrar a Arrupe la «historia de un hombre, todo él anécdota viva por dentro y por fuera». Este es precisamente el singular valor y el encanto propio del libro: que biógrafo y biografiado, al alimón y en asombrosa sintonía, se intercambian sucesivamente la palabra y nos van descubriendo paso a paso el desarrollo de todo el proceso interior de aquel con tal claridad y relieve que la peripecia exterior de su vida, tan densa y apasionante, parecería quedarse casi en puro soporte y envase de la interior. Al acabar la lectura del libro, el lector puede comprobar cómo se fue haciendo realidad y se conjugó vitalmente en Pedro Arrupe, con una coherencia pasmosa, aquella frase suya, situada por él a la vuelta de su peregrinación a Lourdes, poco antes de entrar en la Compañía de Jesús y con el germen de su vocación ya en el corazón: «Sentí a Dios tan cerca en sus milagros que me arrastró violentamente detrás de sí». Ésta es la verdadera síntesis y el hilo conductor de la vida del «misionero» que nos presenta el autor en su más íntima profundidad, en un crescendo que hace imposible que el libro se caiga de las manos. Lo que en otras biografías de Arrupe se ve en transparencia, al trasluz de la narración externa de su vida, aquí se ve en primer plano y en todo su fulgor, que ilumina desde dentro y da sentido a toda ella.
Sabíamos que Ignacio Iglesias era muy buen escritor. En este libro póstumo hace gala de un acierto verdaderamente encomiable, tanto en la selección de los elementos más significativos de la fisonomía interior de Arrupe y su proceso (su apasionado y tierno amor a Jesucristo, condensado en su Corazón; su entrega sin reservas «hasta las últimas consecuencias» a la realización, sin pactos ni rebajas, de lo que él estimaba ser voluntad de Dios; su comezón insaciable y sus «divinas impaciencias» por darle a conocer a cuantos más, mejor; su sensibilidad extrema a las necesidades de los demás) como en la afinada descripción de los mismos, junto con una contenida sobriedad, visiblemente cuidada, para no restar el más mínimo brillo propio a su biografiado. A ello se añade un conocimiento cumplido de las fuentes documentales necesarias para tejer su historia, enriquecidas con algunas inéditas, buscadas ávidamente por él mismo. Todo ello impregnado y sazonado de un cariño y una justa estima no disimulada. Son los ingredientes de este precioso libro, que enriquece merecidamente los ya abundantes escritos biográficos sobre el querido y venerado Padre Arrupe.
No deja de ser una pequeña lástima que los editores no hayan podido (o quizá ni querido, para reproducir el texto original intacto, tal cual lo encontraron) completar su redacción con las referencias de las fuentes documentales tan profusamente citadas por el autor. Aun así, el libro es una verdadera joya que hará las delicias de las numerosas personas que recuerdan y quieren al P. Arrupe, y podrá deleitar y aprovechar también a otras muchas, especialmente a aquéllas que estuvieran buscando el rumbo que dar a su vida; es un libro que impacta, conmueve e ilumina.
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