viernes, 24 de enero de 2025

Sylvie Weil: En casa de los Weil. Por Tomeu Estelrich Barceló

Weil, Sylvie: En casa de los Weil. André y Simone. Trotta, Madrid, 2011. 156 páginas. Traducción de Alberto Sucasas. Comentario realizado por Tomeu Estelrich Barceló.

Aprovechando el «tirón» mediático que supuso la conmemoración del centenario del nacimiento de Simone Weil (1909-2009), Sylvie Weil –sobrina de Simone e hija de André Weil– se decidió a publicar su libro de recuerdos familiares, Chez les Weil: André et Simone. Ahora, casi dos años después, la editorial Trotta, haciendo honor a su ya larga tradición de traducir y ofrecer al público de habla castellana la amplia bibliografía weiliana, y algunas obras aledañas esenciales para su comprensión, presenta esta recopilación de memorias bajo el título En casa de los Weil. André y Simone. Este libro –a diferencia, por ejemplo, del famoso Vida de Simone Weil, de Simone Pétrement, publicado por la misma editorial– no es una biografía ni tiene pretensiones de serlo. Y es importante remarcar de entrada este aspecto, porque gran parte de las críticas que este libro ha recibido son debidas, en gran medida, a una mala interpretación de su contenido o, siendo más precisos, al deseo oculto de algunos de sus lectores de encontrar entre sus páginas una biografía autorizada escrita por un miembro de la familia Weil. En casa de los Weil no es una biografía ni del famoso matemático, miembro co undador del grupo Bourbaki, autoexiliado a los Estados Unidos y nunca más bien recibido en la Francia que lo acusó de cobarde, ni de la fascinante, polémica y controversial filósofa que murió intentando integrar en su vida su anhelo de perfección platónica y su deseo de coherencia crística; es más bien un libro de memorias, vivencias y recuerdos de una mujer, Sylvie, a quien le tocó vivir a la sombra de estas dos grandes figuras y del precio identitario que tuvo que pagar debido a ello. 

El libro, en mi opinión, aporta tres aspectos que pueden interesar tanto a los seguidores de Simone como a los de André. En primer lugar, ofrece una plataforma privilegiada desde la cual contemplar, desde la objetiva-subjetividad que ofrece la distancia y el recuerdo de la autora, por una parte, el contexto familiar en que se criaron el genio y la santa (así es como Sylvie cataloga a su padre y a su tía, respectivamente) y, por otra, el estado en que quedó el clan Weil tras la muerte de la emblemática Simone. Y es que, como amargamente recuerda Sylvie, su familia, tras volcarse en un primer momento en recuperar y ensalzar el recuerdo de su desaparecida Simone y convertir (sobre todo sus abuelos) en tarea prioritaria la transcripción de sus cuadernos inéditos, se transformó en un criadero de rencores y antipatías que desequilibraron la armonía familiar hasta el punto de romper la cohesión y el diálogo entre sus miembros. En segundo lugar, este libro ofrece una puerta de entrada privilegiada a la fascinante personalidad de Simone y André, a la que sería imposible acceder si no fuera por la tierna mirada de una niña fascinada por su padre y por los comentarios que este compartió con ella sobre su amada hermana. De entre los rasgos más interesantes que el libro ofrece sobre sus personalidades, destacaría, por ejemplo, la conciencia (cuasi-mesiánica) de Simone y André de haber nacido para cumplir una misión que les trascendía; el amor incondicional que ambos hermanos se profesaban, hasta el punto de llegar a establecer una relación de «mellizaje» espiritual de tonos escalofriantes; o los celos que los dos hermanos se tenían (Simone durante su infancia, y André una vez que Simone hubo muerto) por los respectivos dones con que habían nacido: la inteligencia, en el caso de Simone, y el deseo de perfección, en el caso de André. Finalmente, este libro ofrece la posibilidad de acceder a la experiencia agridulce que conlleva el ser hija y sobrina de famosos, sobre todo cuando tal fama está marcada por el signo de la genialidad y la santidad. Sylvie –lo repite constantemente en el libro– no es ni un genio ni una santa, pero mucho menos es el eslabón perdido que conecta a su padre y su tía con el conjunto de sus seguidores actuales, ni la reliquia a la que acudir, y venerar, si se quiere entrar en contacto con su dos difuntos ancestros. Sylvie es «solo» Sylvie... con sus más y sus menos, con sus mediocridades y sus genialidades, pero sin los atributos angélicos o infernales que tanto a los admiradores como a los detractores de sus distinguidos familiares les gustaría encontrar en ella. 

Debido a esta yuxtaposición de temáticas y perspectivas, otro de los aspectos a destacar del libro es la cambiante tonalidad con que Sylvie narra sus vivencias pasadas. Así, los primeros capítulos están marcados por un tono que podríamos tildar de realismo mágico, un poco a lo García Márquez, que sirve a la autora para describir y conectar la monotonía de su mundo cotidiano con la presencia constante, a ratos amenazante, de sus «fantasmas» familiares. En otros capítulos, el libro cobra un tono desmitologizador, un poco a lo Bultmann, con la clara intención de poner de relieve no solo la imperfecta humanidad de su padre y su tía, sino también de sus abuelos (por ejemplo, cuando refiere la incapacidad de su padre para buscar el tarro del azúcar, o su constante rechazo de la mediocridad y de todo cuanto no rezumara excelencia; la mentalidad de varón –inculcada por su madre– que tenía su tía; el recelo de su abuelo contra su padre por no haber participado en la guerra; o las obsesiones de su abuela tras la muerte de Simone). En otros momentos, el libro adquiere un tono fenomenologizante –deseoso, a lo Husserl, de ir «zu den Sachen selbst!» («al meollo»)– cuando va detallando las experiencias (traumáticas o agradables) que la autora vivió durante su infancia, durante sus estudios en Chicago y en Francia, durante su estancia en São Paulo, durante su viaje a Jerusalén con su padre, o durante su último matrimonio. En todas ellas se nota el deseo de Sylvie de desnudarse ante el público y presentarse tal como es, sin caretas o maquillaje de ningún tipo. Finalmente, el libro adquiere un tono que, a falta de mejores palabras, podríamos llamar «ecce-homático», es decir, un tono que –al igual que el usado por Nietzsche en el prologo de su Ecce Homo– tiene como objetivo fundamental reivindicar, ante un mundo que se ha hecho una idea equivocada de su persona, quién es realmente: «¡Escuchadme, pues yo soy tal y tal! ¡Sobre todo, no me confundáis con otros!». Sylvie, como Nietzsche, siente el deber de decir al mundo quién es ella, pero siente, sobre todo, la necesidad de aclarar quién no es. Ella no es (pese a sus semejanzas físicas) ni su tía ni su padre. Ella es quien es, pese a quien pese y duela a quien duela..., aunque en algunos casos parezca que sea a ella misma a quien más le pese y le duela.

Y este último aspecto es el que más criticable me parece de todo el libro y el único que, puestos a buscar pegas, me parece digno de reproche. El libro, pese a estar escrito con la intención loable de distanciarse de la omnipresencia de André y Simone, en el fondo no puede ni quiere separarse de ellos. Sylvie Weil no puede no ser Sylvie Weil. Ella es, ha sido y será una Weil hasta que se muera. Y esto es lo que la hace única, y a su libro interesante. Es más, nosotros, sus potenciales o actuales lectores, lo somos, no por querer saber más sobre su vida, sino sobre la vida de sus dos ilustres familiares y sobre la relación que mantuvo ella con ambos. En este sentido, nosotros somos –en la medida en que leemos su libro con esta intención– los que ella constantemente critica en su libro...: somos los que no vemos en ella más que un testimonio a modo de reliquia de un pasado al que no tenemos acceso. Precisamente por eso leemos su libro... y precisamente por eso lo escribe ella. Ella, le guste o no, es un medio, una reliquia, un metaxu (como le gustaba decir a su tía) puesto entre su padre y su tía y nosotros. Y esto es lo valioso de su libro y lo que sus lectores valoramos de todo corazón. ¡Gracias, Sylvie, por ser quien eres, por aclararnos quién no eres, pero, sobre todo, por compartir con nosotros tus vivencias pasadas y presentes «en casa de los Weil»!


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