García Domíngjez, Luis María: Las afecciones desordenadas. Influjo del subconsciente en la vida espiritual. Mensajero-Sal Terrae-UPCo, Bilbao-Santander-Madrid, 2015. 326 páginas. Colección Manresa nº 10. Comentario realizado por Antonio Guillén.
La primera edición del libro que presentamos vio la luz en 1992, y en él se diferenciaba la afección desordenada del pecado y del desorden de las operaciones, entendiéndola como un autoengaño espiritual, un bien parcial y aparente, una cosa buena que impedía otra mejor; y, por lo tanto, como una situación típica de la de la Segunda Semana de los Ejercicios ignaciana, muy vinculada a la elección de estado y a la reforma de vida.
Esta edición, que sigue el mismo hilo de pensamiento, reelabora y amplía notablemente el texto de la primera edición, explica con más claridad muchos conceptos, introduce nuevas referencias a textos ignacianos, añade un capítulo nuevo (cómo “ordenar la afección”) y proporciona un índice temático que facilita la consulta de los contenidos.
La estructura del libro se presenta en dos partes de cuatro capítulos cada una, que tratan, por un lado, de los conceptos ignacianos y psicológicos implicados en esta afección y, por otro, del manejo personal y pastoral de la misma. La primera parte explica qué es la afección desordenada a partir de las “claves ignacianas” que proporcionan los textos (pp. 25-51), conceptos ignacianos que son puestos en diálogo interdisciplinar con unas “claves antropológicas” para explicar mejor la afección desordenada (pp. 53-90) y, todo ello, entendido en el marco más global de una “antropología ignaciana” (pp. 91-120) que se ilumina desde el mismo diálogo interdisciplinar.
La afección desordenada resulta ser, así, una falsa consistencia, un engaño espiritual, una convicción buena pero sutilmente interesada al servicio del propio amor, querer e interés. Y se puede identificar por siete rasgos característicos que se exponen a continuación (pp. 121-170). Como rasgos excluyentes se puede decir que no es ninguna patología psíquica, sino que es una afección normal; tampoco es pecado, porque no es consciente y libre; además, no es una curiosidad periférica o un suceso puntual en la vida cristiana, sino que es algo central en el dinamismo espiritual de la persona. Como rasgos propios, la afección desordenada proclama valores cristianos y evangélicos, se refiere a un objeto de la afección que es indiferente o bueno y tiene un carácter fuertemente afectivo, de modo consciente y subconsciente. Y su última característica es que busca (de modo latente) dos fines contradictorios al mismo tiempo, pues uno es bueno y evangélico, pero el otro es contrario a los valores cristianos.
La segunda parte del libro aborda en cuatro capítulos cómo discernir y cómo ordenar la afección desordenada. Siguiendo el esquema ignaciano de discernimiento de los engaños espirituales en Segunda Semana, el texto analiza “el comienzo” de la afección, que es siempre una cosa buena (pp. 171-199); “el final” de la afección, que es el mal fin a que induce (pp. 201-227), y “el medio” de la afección, donde intervienen más directamente los mecanismos psíquicos que la hacen posible (pp. 229-248). Finalmente, según el autor, la afección no siempre se debe (o se puede) “quitar”, sino que en realidad habría que “ordenarla”, lo que se puede intentar dentro o fuera de los Ejercicios espirituales (pp. 255-288). Tarea en la que ha de intervenir siempre otra persona, pues el mismo sujeto es incapaz de reconocerla en todos sus mecanismos enmascaradores. Cierran el libro unas conclusiones sobre la afección desordenada, la antropología ignaciana y posibles aplicaciones (pp. 289-298).
Este trabajo es un esfuerzo interdisciplinar bien articulado por explicar un concepto ignaciano que está en el núcleo y en el proceso todo de los Ejercicios (cf. Ej [1]) y que con frecuencia se entiende mal. A lo largo de todo el libro se manifiesta un esfuerzo teórico por ser fiel a los textos ignacianos y por formular con conceptos antropológicos más actuales las intuiciones ignacianas. Aunque en ocasiones no es un libro de fácil lectura, el autor ofrece numerosos ejemplos o alusiones existenciales a situaciones de la experiencia cristiana cotidiana que todos podemos reconocer fácilmente.
El autor utiliza una teoría psicodinámica de la vocación (la antropología del jesuita L. M. Rulla) para interpretar las afecciones desordenadas, teoría que no siempre es de fácil comprensión. Pensamos que también podría haber aludido con más frecuencia a otros enfoques psicológicos, pues seguramente hubiera encontrado diferentes conceptualizaciones actuales para ilustrar su mismo análisis de la afección.
En todo caso, se trata de una aportación notable y sólida sobre el tema, que ayudará mucho a los que quieran conocer mejor la dinámica de los Ejercicios, entender la utilidad de sus conceptos para la dirección espiritual o el gobierno eclesial y, en general, para el discernimiento de espíritus en la vida cristiana y apostólica. Es la obra de un especialista bien reconocido en la materia, Luis María García Domínguez, y que agradecemos sinceramente que haya sido ahora revisada y ampliada por el autor.
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