Campos Herrero, Joaquín: ¿Felicidad o sufrimiento? Una alternativa en tus manos. San Pablo, Madrid, 2005. 124 páginas. Comentario realizado por Rosario Paniagua.
La obra está articulada en seis capítulos: «El estado de la cuestión»; «Las mil caras del sabotaje masoquista»; «Cuidado con los vampiros»; «Claves del comportamiento sádico»; «Maneras típicas de sabotear la felicidad»; «Las tendencias masoquistas nacen en el propio hogar». A través de ellos, el autor va haciendo un recorrido por la innata búsqueda de la felicidad y los obstáculos internos y externos que hay que sortear para conseguirla. En el fondo de muchas situaciones de dolor subjetivo está la falta de autoestima. Analiza también el dolor autoinfligido, lo que Freud llamó «instinto de muerte», en contraposición a la natural vocación vital. El autor propugna además el «protagonismo personal» para saber llevar el timón de la propia vida. Hay personas dispuestas a amargarse a toda costa desde una postura masoquista, y el autor enumera una serie de situaciones en las que se da esa conducta (vivirse víctima; hostilidad permanente; dejarse manipular; no planificar nunca; inconstancia habitual; sentirse invadido; vivirse perdedor; soportar un pesado lastre) y da una serie de pautas para trabajar sobre estas conductas antes de que se hagan habituales y sea demasiado tarde. Hay personas cuyo trato cotidiano resulta agotador y están dispuestas a dinamitar el equilibrio de los demás, acabando por extenuar a quienes están a su alrededor. Son aparentemente normales, con gran habilidad y persuasión para captar a sus víctimas, y buscan su propio beneficio aun a costa de generar culpabilidad en los otros. Es una forma de sadismo que goza señalando los defectos en los demás.
Hay que extremar los cuidados ante aquellas personas que hacen sentirse de menos a los otros y van engordando el ego a base de un trato prepotente. El autor previene contra las personas que construyen su pedestal sobre la base de las humillaciones y vejaciones de los demás; y alude a la violencia de género como un caso extremo de prepotencia que requiere del concurso de una víctima sometida al agresor, sin arranque para huir de la situación, por la merma de autoestima entre otras cosas. Somos víctimas de los demás, pero también de nosotros mismos; el hombre boicotea los impulsos más sanos de la vida y se queda atenazado por temores e inseguridades que le impiden un desarrollo saludable. Señala el autor algunos cauces habituales del masoquismo: deseo extremo de agradar; perfeccionismo; sentirse víctima del destino; propensión a evadirse de la realidad; el desmerecimiento; la crispación; la falta de indulgencia...
La tendencia masoquista tiene que ver con sentimientos de culpa muy arraigados en la primera infancia, ocasionados por unos padres con conductas autoritarias: humillaciones, castigos y pedagogía excesivamente severa. El metafórico «abrazo de la madre» puede llegar a ahogar a la prole, que no encuentra salida a los legítimos deseos de independencia. Se impone la asertividad para ser uno mismo. Todo lo que merme la autoafirmación es altamente peligroso para el desarrollo humano; de lo contrario, se crean seres que se auto-inculpan, que se auto-humillan, lo que deriva en comportamientos masoquistas. Todo se cincela en la infancia: la persona que ha sido amada posee un capital de fortaleza contra cualquier envite de la vida; la no adicción al sufrimiento hace a las personas libres.
Finaliza haciendo una llamada a la plenitud, a romper las ataduras que aprisionan y los fantasmas que bloquean. El reconocimiento de nuestra realidad es la premisa para cambiarla en positivo; solo si nos sabemos prisioneros, buscaremos la puerta de la liberación. La obra, bien estructurada, se lee con gusto y es muy útil para el autoconocimiento y el conocimiento de los demás. Muy acertados resultan los casos prácticos que incluye en los capítulos para trabajo en grupos de reflexión, lo que facilita la interiorización y la aplicación a la vida.
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