Domínguez Prieto, Xosé Manuel: El profesor cristiano: identidad y misión. PPC, Madrid, 2012. 175 páginas. Comentario realizado por Jorge Burgueño López.
Detenerse a preguntarse con actitud humilde por el verdadero sentido de lo que uno está haciendo es signo de equilibrio, sabiduría y madurez. Eso es lo que hace desde el principio del libro el autor de El profesor cristiano: identidad y misión: la profesión de maestro (vocacional por excelencia) solo tiene sentido si se entiende como una «llamada a poner la propia persona al servicio de la promoción integral del otro» (p. 16).
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, miembro del Instituto «Emmanuel Mounier» y profesor universitario de largo recorrido, Domínguez Prieto convierte en este libro su experiencia en enseñanzas útiles para otros profesores que aspiran a ejercer la docencia desde una inspiración cristiana, que no renuncian a buscar cada día la mejor forma de hacerlo.
La obra, dirigida fundamentalmente a quienes ya trabajan como educadores, está dividida en cuatro partes. En la primera, insta al maestro que trabaja en un colegio a hacerse la siguiente pregunta: «¿Qué hago cuando educo?» (p. 11). El lector se siente, pues, invitado a evaluar si lo que hace en el aula se corresponde con lo que significa ser un verdadero docente cristiano: ¿Consiste mi tarea solamente en impartir una serie de clases? ¿Es mi cometido el que mis alumnos aprendan un conjunto de técnicas? ¿Los educo para que tengan un objetivo grande en su vida?
En un segundo apartado se analiza desde una visión antropológica la relación del profesor con el alumno: «Según sea nuestra mirada al alumno, así nos relacionaremos con él» (p. 82). No se trata solo de promover en el alumno un crecimiento integral, sino que el docente, al guiar a sus pupilos en ese proceso, también debe crecer como persona en su tarea educativa. «Con mis maestros he aprendido mucho –dice un proverbio hindú–; con mis colegas, más; con mis alumnos, todavía más».
En tercer lugar, el autor ofrece propuestas para que el profesor cristiano pueda acompañar a los alumnos en la dimensión espiritual y religiosa, en su camino de fe. La escuela cristiana no puede ser más que evangelizadora: «La evangelización, como anuncio y transmisión del Evangelio, es la misión de la Iglesia y de cada cristiano. La Iglesia existe para evangelizar. Y también cada profesor cristiano y cada centro educativo religioso» (p. 135).
Finalmente, en la última sección enmarca la educación del alumno en el contexto social en el que se desarrolla. Es importante que los alumnos conozcan la realidad en la que viven y se impliquen en ella. Que se sientan parte de la sociedad y comprendan las responsabilidades que conlleva el ser ciudadanos. Esta dimensión social «no es algo accesorio en la doctrina cristiana, no es un añadido, sino una parte esencial, pues la Iglesia es servidora de la salvación, no en abstracto o en sentido meramente espiritual, sino en el contexto de la historia y del mundo en el que el hombre vive» (p. 156).
Maestro y cristiano a la vez, Domínguez Prieto enseña que estas dos realidades son inseparables, forman parte de la vocación personal e implican radicalidad a la hora de vivir y de enseñar a vivir. El profesor cristiano ha tenido «experiencia de Dios» y tiene la misión de transmitir esa vivencia a sus alumnos, para que también ellos puedan disfrutar del amor de Dios. Una urgencia actual. Muchos de los que nos dedicamos a la enseñanza nos preguntamos continuamente por el sentido de nuestra vocación. Por eso este libro, además de oportuno, puede servir de ayuda para realizar una reflexión compartida.
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