miércoles, 29 de octubre de 2025

Carlo Maria Martini: La transformación de Cristo y del cristiano a la luz del Tabor. Por María Arinero García

Martini, Carlo Maria: La transformación de Cristo y del cristiano a la luz del Tabor. Sal Terrae, Santander, 2012. 176 páginas. Comentario realizado por María Arinero García.

Como muchos de los libros de Carlo Maria Martini, La transformación de Cristo y del cristiano a la luz del Tabor es una propuesta de oración. En esta ocasión, el que fuera jesuita, cardenal y arzobispo de la diócesis de Milán se dirige a un grupo de seminaristas albaneses en el santuario de Letniça, en Kosovo, en septiembre de 2003, y a un grupo de sacerdotes de Milán en Nazaret, en octubre del mismo año. Con ellos recorre la Transfiguración de Jesús en el Tabor, siguiendo las versiones de los sinópticos (Mc 9, 2-8, Mt 17, 1-8 y Lc 9, 28-36) y un cuarto relato en la Segunda Carta de Pedro (2 Pe 1, 16-19). Pero el autor no toma como referentes únicos los textos bíblicos, sino que se remonta a su propia experiencia de oración en el Tabor, donde, tras hacer unos ejercicios espirituales de ocho días, a menudo se dirigía a Dios diciendo: «Señor, ¿cómo orabas tú?».

C.M. Martini residió en Jerusalén desde 2002 hasta 2008. Fue el único cardenal que vivía en esta ciudad, a la que definía como «la ciudad más cargada de memoria religiosa de todo el mundo, la ciudad donde murió Jesús para la salvación del mundo y donde se venera su sepulcro vacío y se hace memoria de su resurrección». Define su experiencia en el Tabor como algo intenso y profundo. En el mismo libro recoge que se trata de «un lugar paradisíaco: allí ha rezado Jesús de noche; allí se ha transfigurado; allí se aparecieron Moisés y Elías; allí quisieron Pedro, Santiago y Juan construir tres tiendas; allí se ha hecho manifiesta la conexión de Jesús con el Antiguo Testamento y con la Pasión, la Muerte y la Resurrección» (pp. 13-14). 

Este libro está dividido en tres partes. La primera es una condensada introducción, donde el autor señala algunos aspectos esenciales para la oración. Comienza exponiendo la naturaleza, finalidad y dinámica de los Ejercicios Espirituales (EE) «para purificar el corazón y la mente, para llegar a una elección definitiva del estado de vida». El método, habitual en las propuestas de Martini, es la lectio divina, con sus tres pasos: lectio, meditatio y contemplatio. A lo largo de las meditaciones irá señalando cada uno de estos elementos. Finalmente, incluye algunas notas para disponerse a orar (ambiente y clima de silencio exterior e interior, actitud de adoración y de ofrenda en la oración).

La segunda parte es la más extensa, pues comprende doce meditaciones. La primera recoge algunos pensamientos ligados a la contemplación del Principio y fundamento de los Ejercicios. Se refiere al ser y tiempo, metafísica e historia, creación y alianza. Es a partir de la segunda cuando se ahonda en la experiencia de la Transfiguración, partiendo del deseo e invitación inicial de Jesús a orar cuando sube al monte con Pedro, Santiago y Juan y los lleva «aparte» y «solos». No se puede (no se debe) leer este libro sin tener a mano estos relatos. C.M. Martini dice que la lectio divina es irrenunciable y pide el compromiso de utilizar este método con todos los textos que él propone. Con los cuatro que se han citado se puede hacer una lectura paralela que ayude en la composición de lugar como paso previo a la oración. En cualquier caso, es un ejercicio muy interesante, pues, pese a ser textos muy similares, cada uno posee elementos propios, que C.M. Martini desgrana a lo largo de sus meditaciones. Por otro lado, también es sumamente rico iniciar este camino de oración con la contemplación del icono de la «Transfiguración de Novgorod» (atribuido a la escuela de Teófanes el Griego y datado hacia 1402). En él todo gira en torno a la figura de Cristo, hecho luz en el Tabor. C.M. Martini lo utiliza al presentar la cuarta meditación, pero bien puede ser un elemento que acompañe este itinerario de oración desde el principio.

A lo largo de las meditaciones se presenta la Transfiguración como algo más que transformación (la traducción literal del texto griego sería «Jesús se transformó») para indicar la particularidad de tal fenómeno. Este relato es gozne entre el AT (numerosos elementos nos lo recuerdan: nube, Tabor, Moisés y Elías...) y el NT. Está vinculado con el Bautismo en el Jordán, pues ambos son una epifanía de Jesús. Así, si se comparan los relatos de los sinópticos de la Transfiguración y del Bautismo, es evidente el punto común en la voz que se abre paso desde el cielo: «Este es mi hijo amado/predilecto». Sin embargo, en el Tabor hay un añadido clave, «escuchadle», palabra del Padre que invita al seguimiento de Jesús y a la transformación del cristiano. Son muchas las propuestas bíblicas que presenta C.M. Martini para esta lectio que lleva a la actio: el joven rico, la oración de María ante la anunciación y el relato de la infancia de Jesús en el templo, textos de la pasión (humillación de Jesús, el «silencio» del Padre)... Con todos ellos se propone una transformación bautismal, ética, que conlleva la transformación de la mente, del corazón y de los sentimientos en Cristo a través de cuatro de las bienaventuranzas del Sermón del Monte de Mateo (los pobres de espíritu, los mansos y no violentos, los misericordiosos y los pacíficos, los que trabajan por la paz).

Hay también una vinculación entre los textos de la Transfiguración y el relato de Getsemaní. Martini señala la centralidad de la oración de Jesús en ambos, así como la presencia de los tres mismos discípulos. Con ello, Martini aborda las tentaciones, las que sufrieron los apóstoles en el monte (sueño, confusión y miedo) y las que suceden en la llanura (mundanidad, deseos desordenados y corazón endurecido que provoca envidia, soberbia, calumnia y necedad). Esta es una parte muy psicológica y que Martini también conoce muy bien: la oración profunda entronca con lo más íntimo del ser humano. San Ignacio habla en sus Ejercicios de «estados de desolación» que algunas veces marcan nuestro camino («escuridad del ánima, turbación en ella [nerviosismo, inquietud, agitación de pasiones], moción a las cosas bajas y terrenas [tentaciones impuras, fantasías, sensualidad, gula], inquietud de varias agitaciones y tentaciones». Todas ellas hacen que el alma se encuentre en «infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor» (EE 317). Precisamente de esta manera es como C.M. Martini se refiere al pecado, como «la lejanía de Dios, separación del Padre, ruptura de las relaciones entre hijo y Padre» (p. 130). En este punto estamos a las puertas de la transformación. Martini habla de la desolación como «un paso providencial para la purificación de nuestra fe y para nuestra transformación en Cristo» (p. 127).

Por ello, la Transfiguración en el Tabor se presenta también como una experiencia de consolación, además de un anticipo y promesa de resurrección de Jesús a través de símbolos (rostro de Jesús resplandeciente, vestiduras blancas) y palabras («éxodo de Jerusalén», del texto de Lucas, y la «gloria» de la Segunda Carta de Pedro).

La tercera parte del libro la forman las homilías de las eucaristías, los comentarios a los textos de la liturgia de esos días (Primera Carta a Timoteo, un fragmento del libro de Esdras y capítulos 7 y 8 del evangelio de Lucas, junto con un texto de Sabiduría y la llamada al servicio en el capítulo 9 del evangelio de Marcos). Muchas de las ideas que presenta aquí C.M. Martini están dirigidas a sacerdotes, pero sin duda son válidas para cualquiera que lee/ora el libro y desea aprovechar al máximo el compromiso establecido con la lectio irrenunciable, con la oración que es esa «primera relación que tenemos con Dios, la más profunda, la más elevada, la más valiente y la más atrevida, porque no lo vemos» (p. 41).



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