Biemmi, Enzo: El segundo anuncio. La gracia de volver a empezar. Sal Terrae, Santander, 2013. 166 páginas. Comentario realizado por Severino Lázaro.
Creo que el libro que nos ocupa apunta al corazón y al reto evangelizador que tiene ante sí la Iglesia europea. ¿Podemos promover de forma nueva y atractiva el evangelio a la gente a la que ya le fue anunciado hace años y a la que el paso del tiempo, o bien alguna mala experiencia con la Iglesia, o bien el ambiente secularizante en que vivimos, desgastó hasta casi hacerlo desaparecer? Supone el autor, por tanto, que estamos en una situación en la que, antes de «educar en la fe», tenemos que volver a suscitarla de nuevo, incluso en muchos de nuestros cristianos más practicantes (p. 40).
Este es el reto de lo que el título del libro designa como «segundo anuncio». En realidad, el autor entiende –y me parece que acertadamente– que con esa expresión aludimos a otra de las variables que el primer anuncio tiene que adoptar, sobre todo en nuestro continente. Si el primer anuncio se hace a las personas que no conocen el evangelio, el segundo se destina a todos aquellos que, por distintas razones, lo han recibido como un estorbo o como algo malo para su vida (p. 117).
Hay que valorar el esfuerzo del autor por clarificar este concepto y ofrecer pistas teóricas y prácticas de por dónde tiene que ir este nuevo programa evangelizador... Son muchas las notas que lo caracterizan. Señalamos algunas:
- La diferencia de este modelo catequético no está tanto en la novedad de las actividades que se proponen, sino en el talante con que se hace la propuesta (p. 69). Este nuevo talante o marco de referencia que se establece con los destinatarios pivota sobre tres principios (pp. 29-30):
- la fe se propone a personas libres y en el marco de una cultura en el que dicha fe no se ve ya como necesaria para «vivir bien» o llevar una «vida buena»;
- es una propuesta gratuita que, más que en las condiciones que deben reunir los destinatarios, se fija en la calidad con que se hace la invitación;
- es una propuesta que pretende engendrar de nuevo a la fe, no delegando la tarea catequética en un «superhombre» (el catequista), sino devolviéndola al conjunto de la comunidad.
- Desde esto último podemos entender que otra de las apuestas del segundo anuncio es la recuperación del catecumenado antiguo (p. 41) en lo que tiene de proceso de iniciación integral, con etapas definidas y tomando como destinatarios a los adultos.
- Se trata de una propuesta evangelizadora que cambia el centro de interés de la catequesis e iniciación cristiana. Si hasta ahora el centro lo constituían la lógica y los contenidos de la fe que se enseñaban, este nuevo planteamiento tiene como punto de arranque y como objetivo la vida de las personas (pp. 42 y 123). El autor entiende que los diversos momentos y etapas de la vida son «momentos potenciales para la fe» (p. 126).
Cierra el libro un capítulo en el que se apunta al verdadero supuesto que requiere esta y cualquier otra propuesta de verdadera evangelización. Y es que, en el fondo, el problema de todas ellas no reside en el tipo de catequesis que se proponga, sino en la clase de comunidad eclesial que está detrás de ella: «una iglesia que no se manifiesta como verdadera comunidad, como fraternidad y como cuerpo desmiente con su vida el mensaje que anuncia» (p. 138). Es la comunidad eclesial la que, con su forma de vida, hace creíble el anuncio que proclama.
En suma, nos hallamos ante un libro muy sugerente para la renovación de la catequesis de nuestras parroquias y demás plataformas de evangelización. Por más que el camino por el que se vaya abriendo paso sea lento y encuentre no pocos obstáculos (tanto fuera como dentro de la propia iglesia), sí parece que es el único capaz de redescubrir la riqueza y el tesoro que el anuncio del evangelio supone para la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.


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