Urías, Santos: El sabor del silencio. Khaf, Madrid, 2017. 168 páginas. Comentario realizado por Pedro Rodríguez-Ponga.
A lo largo del libro, Urías presenta una serie de breves historias que invitan a la reflexión: recorre temas con los que todos, de una u otra manera, estamos relacionados, como la gratuidad, la música, los amigos, la naturaleza, etcétera. El autor es un sacerdote que trabaja en una parroquia del barrio madrileño de Lavapiés; este hecho le permite ofrecer a los lectores una perspectiva muy abierta y sin prejuicios a la hora de abordar diferentes temas. Se percibe que el autor lleva una vida intensa a todos los niveles, pero esto no le impide profundizar en lo que acontece y valorar todas las cosas buenas que la vida le regala cada día.
El tema transversal es, como el título indica, el silencio. Para ello, es fundamental mantener dos actitudes: por un lado, tener capacidad de escucha para dejar que la realidad vaya transformándonos y descubrir diferentes perspectivas; y por otro lado, tener capacidad de reflexión para comprender el significado de las cosas que nos ocurren.
Cuando uno termina el libro, siente la invitación del autor a vivir de un modo más contemplativo, dejándonos afectar por la realidad que nos rodea, adentrándonos en la rutina de forma creyente para poder encontrarse con uno mismo, con los demás y, en última instancia, con Dios. El libro concluye con una serie de recomendaciones para vivir el silencio de un modo más intenso. En su exposición resultan sencillas, pero llevarlas a cabo hoy, con los ritmos de vida que llevamos, no es tan fácil. Esto nos indica la connaturalidad del autor con esta actitud contemplativa, que perfora la realidad y busca en todo lo que ocurre su dimensión trascendente.
Recomendable para una lectura sapiencial. Se puede caer en el error de querer leerlo deprisa de principio a fin, pero la propia estructura invita a una lectura pausada; así, el lector se adentra en el misterio del silencio y va adquiriendo unos hábitos que permiten vivir de una manera menos frenética, más humana y, por tanto, más divina.
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