lunes, 7 de junio de 2021

Ismail Kadaré: Las mañanas del café Rostand. Por Luis Ignacio Martín Montón

Kadaré, Ismaíl: Las mañanas del café Rostand. Motivos de París. Alianza, Madrid, 2018. 324 páginas. Traducción de María Roces González. Comentario realizado por Luis Ignacio Martín Montón.

No resulta sencillo catalogar en un género concreto o materia la última obra del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2009, el escritor albanés Ismaíl Kadaré. Con un carácter primordialmente autobiográfico encadena una serie de recuerdos, reflexiones, consideraciones políticas y culturales, y vivencias personales que hacen que termine siendo un ensayo histórico sobre su país, un retrato de su Albania desde el exilio y, por extensión, sobre el comunismo durante todo el siglo XX.

A pesar del título, no nos hace partícipes de lo que ocurre en el café mientras reflexiona, crea y escribe, sino que nos hace saber lo que reflexiona, crea y escribe mientras se encuentra en el Rostand; el local parisino apenas aparece al principio del libro y algo más al final.

Echando mano en ocasiones de un imaginativo e inusual humor –a veces por medio de una pretendida y fingida inocencia– y desde una posición “irónica, irreverente o simplemente irresponsable” como él mismo indica (p. 62), revolotea de un asunto a otro, de un modo aparentemente inconexo, pero siempre con la intención de tratar de entender y de hacer entender Albania, un país excepcional, complejo y contradictorio. Destacan sus crónicas e interpretaciones sobre el auge y la caída del comunismo, el nuevo islamismo y la complicada –y en ocasiones trágica– relación con Serbia. Pero lo que hace este análisis distinto y sugerente es que no recurre solo a los acontecimientos, sino principalmente a novelistas, poetas y otros intelectuales, algunos de ellos personajes insólitos y peculiares (como el barón Groult) y sus anécdotas, desventuras, ilusiones y desasosiegos; en especial, la compleja realidad en la que vivían los escritores albaneses durante el régimen comunista y en los primeros años tras la caída de este, siendo varios de ellos víctimas o perpetradores de intrincadas y absurdas traiciones. Se incluye a sí mismo en estas vicisitudes de sus colegas, algunas puramente literarias como su obsesión con Macbeth y la influencia de la obra shakesperiana en sus novelas –le dedica varias páginas a un verso de Macbeth y a sus distintas traducciones–; también, y como ejemplo de la relación entre literatura y realidad sociopolítica, elabora todo un estudio sobre la mujer en la literatura albanesa, como autora, personaje e inspiración y, por extensión, de su papel en esa sociedad.

El resultado es, por tanto, una obra personal, en tanto en cuanto lo personal abarca no solo lo vivido en primera persona, sino todo aquello que le interpela: desde el país en el que uno ha nacido y al que ama y admira con devoción y desconcierto –analizando el régimen en el que vive y los cambios históricos que le han llevado al punto en el que se encuentra– hasta el estado en el que se hallan las artes y la cultura a la que ha dedicado su vida, pasando por todos aquellos individuos que le han dejado huella, haya conocido personalmente o no.

Un libro, por tanto, recomendable para todo aquel interesado en cómo se construye a sí mismo un intelectual comprometido, y cuáles son sus sueños, obsesiones, dudas y motivaciones.


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