jueves, 3 de junio de 2021

Alfred R. Mele: Intenciones efectivas. Por Santiago García Mourelo

Mele, Alfred R.: Intenciones efectivas. El poder de la voluntad consciente. Herder, Barcelona, 2018. 214 páginas. Comentario realizado por Santiago García Mourelo (Universidad Pontificia Comillas, Madrid).

La obra de Alfred R. Mele, filósofo norteamericano, fue publicada en 2009 en el contexto de una discusión de siempre, ahora retomada desde el ámbito de la neurociencia: la libertad. Sin duda un tema controvertido que no deja de suscitar interrogantes, incluso desde el ámbito de las ciencias cognitivas. Los estudios que desde esta disciplina suscitaron la obra de Mele, parten de la famosa investigación de Benjamin Libet de los años ochenta del siglo pasado. En ella, el neurólogo constató que antes de realizar voluntariamente un movimiento corporal, el cerebro registraba la “disponibilidad potencial” de la decisión medio segundo antes y, solo un tercio de segundo antes de la ejecución, era consciente de la decisión tomada. La conclusión de Libet fue que la voluntad libre y consiente era una ilusión, pues tomamos nuestras decisiones de forma inconsciente. Tales afirmaciones provocaron un gran revuelo en la comunidad científica. No solo en el ámbito de la psicología, sino en la filosofía, pues sus conclusiones alcanzaban el ámbito metafísico que les correspondía. 

La obra de Mele pretende equilibrar las afirmaciones conclusivas de Libet. No solo por cierta intromisión epistemológica (de la neurociencia en la filosofía), sino por una marcada confusión en los términos utilizados; aspecto que genera una diversidad de opiniones dentro de los mismos estudiosos de las ciencias cognitivas. Esta virtud es un gran servicio que la filosofía, no solo en este ámbito, siempre podrá y deberá realizar. Como el mismo Libet afirmó, Mele subraya que hay un espacio de tiempo, aunque sea mínimo, en el que, después de la decisión inconsciente, se puede vetar la decisión tomada. Es decir, aunque mínimo, sí que hay un espacio libre de decisión, por lo que las afirmaciones extraídas del experimento no pueden ser tan apodícticas. A esta cuestión, Mele también añade las consideraciones del psicólogo Daniel Wegner, que sostiene que la experiencia o constatación de querer una acción, no implica que el pensamiento consciente sea la causa de tal acción. Con lo cual, este mínimo espacio de tiempo para la decisión libre también resulta ser una ilusión, como argumenta en su obra The Illusion of Conscious Will. Ante esta afirmación, Mele también trata de responder, pues, de manera análoga a las consideraciones de Libet, las conclusiones de Wegner invaden un campo que no le es propio (de la psicología a la filosofía). 

Para realizar su propuesta de un “libertarismo modesto”, aunque en esta obra no la desarrolla, Mele comienza tratando de definir y clarificar términos. Así, en el primer capítulo, indica el significado de la intención consciente, y distingue entre intenciones proximales y distales, introduciendo el concepto de rutina o de proyecto, que no necesariamente implica inconsciencia o ausencia de libertad consciente en las acciones proximales. 

La necesidad de clarificación conceptual está en el centro de la crítica a Wegner, que enuncia en el segundo capítulo, aunque lo desarrollará más adelante. En efecto, Wegner da por supuesto el significado de “experiencia de la voluntad” pero, sin ser determinante de la acción posterior, no lo distingue del deseo de querer una acción, que tiene una determinación más prolongada en el tiempo y no sujeta a acciones proximales. Ciertamente, la experiencia de querer realizar una acción no es su causa, pero no se puede identificar con el deseo de querer realizarla. Del mismo modo, tampoco se puede afirmar que este deseo no sea la causa de dicha acción. En este sentido, respondiendo a Libet, Mele sostiene que no hay por qué extrañarse de la existencia de intenciones inconscientes. Muchas de las intenciones proximales —entiéndase, inmediatas—, no son conscientes, pero eso no quita ni añade nada al libre albedrío de la voluntad, expresado con mayor amplitud en las intenciones conscientes. 

Los capítulos tercero y cuarto están dedicados a la exposición de los experimentos y conclusiones de Libet, ya mencionados. 

El quinto, a las consideraciones de Wegner, con una fuerte crítica a cierto “yo mágico”, al que parece remitir por la altísima consideración de la libertad de la voluntad; como si fuera necesaria cierta potencia sobrenatural que reside en nosotros y que resulta imposible de facto. 

En el capítulo sexto se exponen las tesis de Lau, Rogers y Passingham, poniendo de manifiesto, desde sus mismos estudios, que las intenciones proximales conscientes no suceden siempre demasiado tarde como para que no formen parte de las consiguientes acciones intencionales. Es uno de los postulados, que emerge a lo largo del libro, cuando Mele sostiene que las intenciones proximales distantes, en algunos casos, sí son causa directa de la acción intencional. 

El capítulo séptimo, en el que el autor formula parte de su propuesta, se centra en la implementación de las intenciones distales. Esto es, en el desarrollo prolongado de las intenciones que responden a un proyecto o plan, en el que se insertan intenciones, conscientes o inconscientes, de carácter proximal (inmediato), y sus correspondientes acciones. Estas acciones, pese a la posibilidad y efectividad de las intenciones proximales inconscientes, bien pueden estar dirigidas por la implementación de intenciones distales conscientes. Es decir, pese a los imprevistos de la voluntad inconsciente, hay una voluntad libre y efectiva que, aun siendo débil o modesta, persiste en el tiempo. 

Como observamos, la obra se inserta en una disputa específica que sigue abierta en todos los ámbitos científicos. A parte de la discusión neurocientífica, que hoy en día tiene gran relevancia e interés, resulta interesante constatar la necesaria interdisciplinariedad o transdisciplinariedad a la hora de abordar cualquier cuestión. En este ejercicio, se pone de manifiesto el valor de cada disciplina y su necesidad en la consecución de un conocimiento más amplio ante cualquier investigación. Pese a que los avances de unas disciplinas supongan una injerencia en otros ámbitos, estos no se pueden despreciar pues, a parte de imposibilitar el diálogo y el contraste de los resultados, encerrando a cada disciplina en su propio gueto, haría que la investigación en temas comunes fuera por caminos paralelos o, en el peor de los casos, quedase estancada por la ausencia de interrogantes y de horizontes. 


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