Ylla, Lluís (Ed.): Itinerarios interiores. Fragmenta, Barcelona, 2019. 124 páginas. Comentario realizado por Milagros García Vázquez.
Nos encontramos ante un libro contracorriente de principio a fin. Pequeño en formato, el contenido de sus páginas lo convierte en un libro de gran volumen, si se pesa con los parámetros del sosiego que disfruta de cada palabra. Esta es una de las características que hace recomendable su lectura en nuestro tiempo, el ser una invitación al detenimiento. Ante el sonido precipitado del día a día, la lectura rápida de textos cortos en los medios, la instantaneidad de la información, el consumo del arte más que su disfrute, los diversos cultos al cuerpo, el vertiginoso avance de la ciencia, la percepción del tiempo y el espacio mediada por la tecnología, se nos abre en este libro un abanico de temas, contrapuntísticos entre sí y respecto a la vivencia actual de los temas presentados: silencio, palabra, sabiduría, arte, corporalidad, ciencia, tiempo y espacio.
En el fragor de la vida cotidiana uno tiene la sensación de pasar nada más de puntillas por lugares, experiencias, e, incluso, por personas, cuando un paseo detenido y atento puede ser ocasión para crecer verdaderamente como personas para uno y para los demás, con uno y con los otros. Esta es una de las sugerencias de este libro, la de caminar por la vida siendo conscientes de estar trazando con cada paso un itinerario hacia el interior personal en compañía de otros interiores, sin prisa, pero sin pausa.
Lo primero es guardar silencio para escuchar, para dejar espacio libre a lo que en ausencia de nuestros ruidos están intentando decirnos los ecos de la verdad, como nos dice Pablo d’Ors en el primer capítulo del libro. Después, la palabra, creadora de vínculos, de pensamientos, de relaciones, y que, por tanto, como nos enseña Ruth Galve, merece la pena ser cuidada, porque en ese cuidado va implícita la atención al otro y la honestidad con nosotros mismos, con nuestra realidad interior y nuestro verdadero yo. Las palabras pueden ir, y van, tantas veces acompañadas de interrogantes, aspirantes a una respuesta, a un saber sobre una duda. Son la puerta a la sabiduría de la que nos habla Ricardo Pinilla. Esta amiga deseada es descrita de forma tan sencilla, que de bastión infranqueable se transforma en afable compañera en las páginas de este capítulo. Su conquista se vislumbra como aventura fascinante, que conduce al interior, donde el hombre religioso puede encontrar la horma para sus preguntas: “el amor y la inocencia”.
Un ejercicio de generosidad que no trata de saber para dominar, sino de saber para saborear la vida y así, como un don, brindársela a los demás. Una de las formas de realizar esta entrega de la vida al otro es el arte, el siguiente en este conjunto de itinerarios interiores. Si la vida es don, el arte es donación, y la obra de arte se convierte en escenario y en espacio de diálogo entre autor y espectador. Bellamente nos define este lugar que es el arte Cristina Álvarez con sus reflexiones y poesías, y también con sus imágenes, pues todo el libro está acompañado de sus creaciones pictóricas, ventanas abiertas hacia los caminos recorridos en estas 124 páginas. Y para caminar, ¿qué tenemos sino el cuerpo? El cuerpo, sí, pero con su alma y sensaciones, con su interior y con su exterior, en encuentro insoslayable con el exterior, con el mundo.
Luis López hace al lector salir y entrar de su cuerpo, verlo por dentro y por fuera, en un ejercicio que ayuda a ponerlo en su lugar, o, al menos, intentarlo. Un punto de complejidad que nos recuerda el papel de la ciencia en nuestra vida, o el de nuestra vida para la ciencia. Es el tema que nos propone Ramón M. Nogués, cuyas palabras generan un saludable discurso humanizador de la ciencia, tras cuya lectura uno da un respiro de alivio y esperanza. Y, sin darse cuenta, el lector llega al final del libro, el tiempo ha pasado volando y se ha podido perder la noción del espacio, parámetros plegables y desplegables que nos describe el editor del libro, Lluís Ylla. En este espacio y tiempo se nos brinda la ocasión de caminar con el espíritu que alumbra desde estas páginas, el del cuidado por la vida interior, sin olvidarnos del lugar que ocupamos y de con quienes lo hacemos, para peregrinar en compañía, no espalda con espalda como en un duelo, sino hombro con hombro “hacia el jardín interior hecho de tús”. Itinerarios interiores es toda una pedagogía para la vida, una invitación a buscar el propio itinerario con el ánimo dispuesto a esperar, entre nieblas y borrascas, un “viento fuerte…, y un sitio, su sitio”.
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