Santos, Adelson Araujo: “Mas él, examinándolo bien…” (Au 27). El examen de conciencia en la espiritualidad ignaciana. Mensajero-Sal Terrae-UPCo, Bilbao-Santander-Madrid, 2016. 439 páginas. Comentario realizado por Somy Mathew Mannoor.
Estamos ante el primer libro que investiga en profundidad las fuentes originales del examen cotidiano. La obra del jesuita brasileño Adelson Araujo Santos rescata las raíces filosóficas y bíblicas del examen antes de explorarlo en la vida de Ignacio de Loyola. Como dice su prólogo, el objetivo principal del libro es dilucidar por qué el examen de conciencia tuvo y tiene tanta importancia en la misma vida de san Ignacio y de sus compañeros. En el mundo actual, donde resurge el interés por esta oración cotidiana, este libro contribuye bien a entender el papel transformativo del examen en la vida espiritual.
Se divide en tres partes: la primera muestra las raíces doctrinales del examen ignaciano, donde el autor muestra su extensa historia, no solo en la Biblia sino también a lo largo de la Antigüedad, como en la filosofía griega, en la cultura romana o en la religión judía. La doctrina espiritual de Ignacio fue el resultado de su experiencia personal, experiencia, a su vez, fundamentada tanto en la espiritualidad predominante de su tiempo y su mundo cultural-religioso como en toda la tradición filosófica y teológica que le precedió. El autor cita elementos de la filosofía griega como son las prácticas de Pitágoras, donde el examen se realizaba con vistas al dominio de sí. En Sócrates, la práctica del examen ofrecía una dimensión social de apertura al otro. Recorriendo también la filosofía de Epicuro y las enseñanzas de Séneca, Epicteto y otros, el autor asegura que es indiscutible que el pensamiento estoico acerca del examen de conciencia no haya penetrado en la concepción cristiana de este ejercicio. Repasando el Antiguo y el Nuevo Testamento, el autor apunta a que solamente después de examinarse bien tendremos seguridad y certeza de estar compareciendo ante el Señor con corazón limpio e inocente; de ahí la necesidad de volverse hacía sí mismo, arrepintiéndose de los pecados cometidos. El estudio del examen en la espiritualidad cristiana medieval, sobre todo cisterciense, franciscana y en el ámbito de la Devotio moderna, nos ayuda a situar muy bien la experiencia de Íñigo.
La segunda parte, “la experiencia de Ignacio de Loyola”, está dividida en tres capítulos y Araujo Santos estudia cada etapa de la conversión de Ignacio buscando la presencia y la importancia del examen cotidiano. El autor subraya que la experiencia personal –que la providencia divina le posibilitó vivir en su camino espiritual y que luego fue reflexionada y sistematizada en los Ejercicios espirituales– fue el origen y fundamento de la doctrina espiritual del examen. La primera experiencia de Ignacio relacionada con el examen trata de su conversión en Loyola, Manresa y Montserrat–el comienzo de todo un proceso–, y después pasa a lo vivido durante sus estudios en París, finalizando en su permanencia en Roma. Así es como fue evolucionando y madurando. El autor sostiene que las prácticas religiosas del tiempo de Ignacio, lo que él había leído, la dirección espiritual recibida en Montserrat y la experiencia mística del Cardoner, fueron las claves de un espíritu introspectivo que lo llevó a abrirse a muchas experiencias nuevas. Así la gracia divina comenzó a enseñarle a distinguir los distintos movimientos de los espíritus existentes en su corazón. Es decir, el ejercicio del examen empezó como camino de autoconocimiento en Manresa, pasó a una dimensión apostólica y a una mediación espiritual, y a constituir también un proceso de discernimiento en la vida de Ignacio.
La tercera parte del libro, con sus cuatro capítulos, quiere destacar la importancia del examen en la doctrina espiritual ignaciana y en la espiritualidad de la Compañía de Jesús. Araujo Santos muestra aquí que el examen ocupó un lugar central, no solo de la vida de los compañeros del peregrino, sino también en las casas de formación desde el principio de la Orden. En esta sección, con el análisis de las Constituciones y Reglas de la Compañía, se nos descubre el examen cotidiano como un instrumento de autoconocimiento, un instrumento formativo para el discernimiento y un medio que favorece la unión con Dios. Sin dejar de subrayar, además, la importancia del examen en la formación actual.
El autor concluye su obra mostrándonos la finalidad purgativa, iluminativa y unitiva del examen cotidiano: “podemos afirmar con seguridad que san Ignacio quería hacer del examen espiritual cotidiano un instrumento único de la espiritualidad apostólica de los jesuitas, ya sea por su dimensión ascética de conocimiento, purificación y mortificación de sí mismo (dimensión purgativa), ya sea como ejercicio ágil de discernimiento de la voluntad de Dios en el día a día (dimensión iluminativa), ya sea como excelente mediación espiritual para mantenerse unido a Dios en medio de la vida apostólica (dimensión unitiva)” (p. 299).
Este libro es una investigación profunda, realizada desde el punto de vista de la Autobiografía, el Diario espiritual, fuentes primarias tomadas de Monumenta Historica Societatis Iesu, y otras muchas obras sobre la espiritualidad ignaciana. El autor se vale de bibliografía en español, italiano, portugués y francés, lo cual contribuye mucho a situar la práctica del examen espiritual cotidiano en el amplio mundo ignaciano.
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