lunes, 19 de abril de 2021

Sara Mesa: Un amor. Por Fátima Uribarri

Mesa, Sara: Un amor. Anagrama, Barcelona 2020, 192 páginas. Comentario realizado por Fátima Uribarri.

En tiempo de confinamiento doméstico proliferan las novelas protagonizadas por personajes que huyen de la ciudad y se refugian en pueblos perdidos. Es una curiosa coincidencia porque muchos de esos títulos, como Los asquerosos, de Santiago Lorenzo; La forastera, de Olga Merino o Un amor, de Sara Mesa, se escribieron antes de que el Covid-19 nos encerrara en casa e impulsara a los españoles con una segunda residencia a mudarse a ella. La casa del pueblo o la de la playa, el campo, los espacios abiertos despiertan la idea de naturaleza, salud, libertad, paz. Aunque luego no siempre sea así. 

La España rural despoblada cobra protagonismo literario. La señaló Sergio del Molino en su exitoso ensayo La España vacía. Viaje por un país que nunca fue (Turner) y el título se convirtió en la expresión generalizada para hablar de las comarcas, provincias y miles de pueblos de nuestro país que han quedado deshabitados. 

De lo rural y su idiosincrasia es un maestro Miguel Delibes. En El disputado voto del señor Cayo, de 1978, retrató las potentes barreras que distancian la concepción del mundo de los urbanitas y la gente de los pueblos. Hay otros títulos que ponen el ojo en la vida de poblaciones humildes: La lluvia amarilla, de Julio Llamazares, de 1988, por ejemplo, o Intemperie, de 2013, cuando Jesús Carrasco volvió a poner el foco en la complejidad de la vida ruda de las gentes del campo. 

Otra interesante visión la proporcionó la cineasta Mercedes Álvarez en su bellísimo documental El cielo gira, rodado en 2004, en Valdealseñor, población situada en los páramos altos de Soria, de solo 14 habitantes cuando Mercedes Álvarez filmó allí. 

El movimiento de las nubes, el repicar de campanas, las ramas mecidas por el viento, unos ladridos lejanos... son pasajes de El cielo gira que vienen a la mente al leer Un amor, de Sara Mesa, a pesar de que el paisaje de La Escapa, el pueblo que es el escenario de la novela, es diferente porque se trata de un pueblo –imaginario– del Sur de España. Pero esa atmósfera extraña para los urbanitas, esos sonidos del campo, el ulular del viento son comunes. 

Las aldeas perdidas están arropadas por un velo de misterio. Imaginamos que los habitantes de los pueblos remotos y fríos o de los territorios montañosos que a menudo quedan aislados por la nieve son gentes solitarias y hoscas. Imaginamos rencillas por las lindes, clanes, la desbandada de los jóvenes y también una solidaridad inquebrantable, un ritmo de vida agradable, un mejor disfrute del tiempo y de la naturaleza… otra vida que, por desconocida, intuimos con secretos en la trastienda. 

Crear atmósferas perturbadoras es una de las habilidades de Sara Mesa, la autora de Un amor. El libro ha sido uno de los más aclamados de 2020. Ha encabezado muchas de las listas de mejores libros del año, ha conquistado a los críticos, ha consolidado el talento de Sara Mesa, una autora que escala con cada nuevo texto hacia lo alto del pódium. Con Cuatro por cuatro quedó finalista del Premio Herralde de 2012; con Cicatriz, de 2015, sumó lectores a las buenas críticas y también fue libro del año y con Un amor se acentúa el redoble de tambores. 

Un amor no es un libro romántico. Es una de las primeras aclaraciones que ha querido hacer Sara Mesa. La protagonista, Nata, deja su trabajo y la ciudad y se muda a La Escapa, un pueblo pequeño, lejano. Alquila una casa, acoge a un perro y se dedica a hacer traducciones. Un amor narra lo que le sucede a Nata en ese entorno diferente. 

“Lo titulé así porque la palabra amor es la más manoseada del mundo, pero no tiene nada que ver con esto. Un amor es una novela misteriosa para mí. Surge, de hecho, de un sueño recurrente –con toda la ambigüedad que conlleva el mundo onírico–, de historias escuchadas hace muchos años y de imágenes que me asaltaron de pronto, sin explicación aparente –goteras en una casa, un perro atado a una estaca, el sonido de la lluvia en el tejado de un cobertizo, una mujer espiando los movimientos de la furgoneta de un hombre–. Con todo eso, hace años, empecé a construir una historia que no sabía bien dónde me llevaba. Qué novelita enclenque, pensé, pero al mismo tiempo, para animarme, me agarré a una de las reflexiones de la protagonista: ‘No se llega al blanco apuntando, sino descuidadamente, mediante oscilaciones y rodeos, casi por casualidad’”, ha explicado Sara Mesa. 

Desde el primer momento el lector presiente la tensión. “Fuera el silencio no es lo que esperaba”, se dice ya en la primera página. Con un lenguaje preciso, un puñado de personajes complejos y la tensión de una atmósfera opresiva, Sara Mesa teje una historia compacta que se lee con gusto. 

Las frases son de apariencia sencilla. La escritora utiliza un estilo claro, sin paja. “En el paisaje castigado por la sequía se diseminan olivos, alcornoques y encinas. Las jaras, pegajosas y humildes, son las únicas flores que salpican la tierra. La monotonía de los campos se rompe únicamente por el contorno de El Glauco, un monte bajo de arbusto y matorral que parece dibujado a carboncillo sobre el cielo desnudo”. Así es el paisaje de ese marco imaginario que podría pertenecer a tantos pueblos de España. 

Uno de los aciertos de esta novela es la sorpresa. Y llega pronto, junto con los extraños personajes que habitan en La Escapa. El casero es un hombre detestable al que Nata consiente lo inconcebible. Por evitar el conflicto con ese hombre desagradable asume situaciones abusivas. Sabe que ella tiene la razón, sabe que no debe tolerarlo y, sin embargo, es incapaz de rebelarse y consiente. Ella es una mujer capaz de valerse por sí misma, culta, inteligente y el tipo es un garrulo primitivo, pero se achanta frente a él. Y eso le produce rabia. Pero no es capaz de cambiar la situación. “Hemos sido educadas así, para ser asquerosamente sumisas. Pero luego está la rebeldía interior, que es algo que creo que comparten todos mis personajes femeninos. En todos hay una marmita bullendo”, ha explicado Sara Mesa. 

Hay otros personajes, Píter, el hippy; Andreas, el alemán; Roberta; la chica de la única tienda, una especie de ultramarinos de los de antes; unos gitanos; una familia “normal” que va al pueblo con los niños los fines de semana... Todos se mueven en un mundo frío, sin apenas comunicación, y a todos los aplasta esa atmósfera de perturbación. 

El contraste entre ella y el alemán, un tipo callado que no se enfada, nunca discute, un hombre pasivo, recio y tosco es uno de los motores de la novela. Se presiente algo raro. El que sobrevuele la sensación de que algo va a suceder es un incentivo imprescindible para Sara Mesa. “Es una novela muy oscura, es demasiado oscura incluso para mí”, ha reconocido ella. 

Ha explicado que su intención en Un amor no era retratar lo rural sino situar a la protagonista en un ambiente muy controlado, con pocos personajes y también mostrar hasta qué punto se pueden distorsionar los pensamientos, cómo de confundidos podemos llegar a estar. Lo ha conseguido. En esta novela sorprenden los comportamientos de los personajes, y eso es bienvenido, aunque a veces no se comprendan del todo. 

No todo queda bien atado. Según qué tipo de lector se sea puede quedar una sensación de extrañeza al final. Pero a pesar de ello –sin duda– Sara Mesa sobresale por el estilo limpio, los personajes y esa atmósfera rara que es tan difícil de transmitir. “La tensión es como la goma elástica que recorre los cuentos y novelas… Mantener ese clima de que algo va a pasar, cuando se presiente la tormenta, es difícil de conseguir”, explica Sara Mesa. En Un amor lo ha conseguido.


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