jueves, 1 de abril de 2021

Eduard López Hortelano: Acompañados por imágenes. Por Bert Daelemans

Lopez Hortelano, Eduard: Acompañados por imágenes. Un itinerario verbal e icónico según los Ejercicios de san Ignacio. Sial Pigmalión, Madrid, 2018. 144 páginas. Comentario realizado por Bert Daelemans.

Con el candor atrayente del principito, el autor nos introduce sagazmente en un grandioso camino donde la imaginación y el pensamiento se dan la mano. Se trata de un “viaje imaginativo” que nunca nos atreveríamos a emprender si no fuera de la mano de un guía anclado en la verdad que “se come” (según C. Bobin, citado en p. 74), inflamado por la imaginación y macerado por el deseo —o la sed, a la cual se dedican unas hermosísimas páginas (55 y 86-88)—. Como bien sugiere la imagen del corredor en la portada, el autor nos invita a una aventura, un itinerario, un camino, un paseo; nos invita a movernos y a desplazarnos hasta “donde uno revisa lo ordinario de la vida para destilar lo extraordinario” (p. 109), para “entender la vida como ejercicio” (p. 115). Confía en que el lector convertido en ejercitante “lleva consigo el ‘nosotros’, signo de alteridad, de descentramiento” (p. 111). Nos lleva por pasos concretos y abarcables a través de doce verbos —mudar, escuchar, ser amado, nacer, elegir, caminar, contemplar, vivir, amar y servir, mirar, narrar y narrarse— que siguen el proceso de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola.

El libro pone en camino. Más que para leer es un libro para hacer. La “narrativa icónica” (p. 18) va acompañada por nueve imágenes, preciosas miniaturas y cuadros en color, que forman un precioso florilegio ecléctico de imágenes con temática religiosa —salvo la de Van Gogh, que motiva una entrañable reflexión sobre Jesucristo caminante (pp. 74-78)—. No se agotan aquí las imágenes evocadas, sino que surgen otras nuevas al mencionar, de paso, un texto bíblico, un poema, una novela, un cuadro, una ópera o una película, y sobre todo en el grandioso final de las “imágenes antagónicas” pero no enfrentadas del tanque “decimonónico” y del nada altanero ciprés que susurra Whatever…

El autor sabe que llega a buen puerto todo aquel que se deja llevar. Paso a paso, pausada pero decididamente dedica a cada verbo el tiempo necesario para desplegar todo el dinamismo que lleva consigo. A ratos, el camino se para oportunamente, introduciendo pausas para profundizar en una etapa y tomar aliento en las áreas de descanso que ofrecen unas sugerencias de lecturas bíblicas muy acertadas.

De la íntima unión entre ejercicios espirituales y corporales, mens sana in corpore sano, un vínculo al que ya había aludido San Ignacio desde el primer número de sus Ejercicios [Ej 1], también dan muestra los hermosos prólogo y epílogo del libro. El primero, de la mano del capuchino Víctor Herrero de Miguel, nace del verso “Del alma solo sé lo que sabe el cuerpo” y el último, del entrenador de natación Carlos Fernández Soltero, cita a Pierre de Coubertin en su conexión entre el ejercicio físico y la alegría de vivir.

En un tiempo en el que vivimos saturados de imágenes, es bueno y saludable dejarnos guiar por algunas imágenes bien escogidas que suscitan palabras, asombro, silencio y contemplación. Laudable, por lo tanto, es este libro por buscar y encontrar una manera de ofrecer la tan veterana y robusta dinámica de los Ejercicios de San Ignacio de modo tan refrescante y actual. A modo de pulsación o basso continuo, se oye por todas partes tanto la cándida sabiduría de Saint-Exupéry: Lo esencial es invisible a los ojos, como la conocida advertencia de Rilke: Debes cambiar tu vida.


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