lunes, 21 de septiembre de 2020

María Elvira Roca Barea: Imperiofobia y leyenda negra. Por Manuel Carrasco García-Moreno

Roca Barea, María Elvira: Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español. Siruela, Madrid, 2019 (23ª ed.). 460 páginas. Comentario realizado por Manuel Carrasco García-Moreno.

La leyenda negra está vivita y coleando, como demuestran series como La Peste, películas como Oro, o las exitosas novelas de capa y espada que firma Pérez-Reverte. Valen como muestra de tantas producciones con las que nos encontramos de vez en cuando y que manejan un patriotismo amargo (esa España amordazada por malvados nobles y oscurantistas frailes), cuando no un desprecio manifiesto por la época dorada de nuestra historia. A veces parece que decir “Imperio español” convoca en nosotros mismos los peores fantasmas de nuestra historia. Para conjurarlos escribe Roca Barea su último ensayo historiográfico: Imperiofobia y leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español. Con amplia formación filológica, esta autora ha trabajado en el pasado para el CSIC y la Universidad de Harvard. Profesora de instituto en la actualidad, publica libros y artículos, además de impartir conferencias dentro y fuera de España. 

No es fácil descubrir qué es lo que caracteriza un imperio y por qué estos han suscitado a su alrededor en todo momento el recelo, el desprecio y la envidia de aquellas otras naciones que en la misma época no lograban elevar un edificio político semejante. Así, los griegos menospreciaban a los romanos, los franceses a los rusos y, ahora, muchos desprecian (y algunos hasta odian) a los americanos. A descubrir las causas de este matrimonio histórico entre leyenda negra e imperios se dedica la primera parte de su obra. 

La segunda realiza un recorrido por la “imperiofobia”, pero ahora aplicada al Imperio español en sus orígenes: el menosprecio de los italianos a la sangre mestiza de los españoles, el enfrentamiento político (disfrazado de religioso) con los luteranos alemanes, la Inglaterra de los Tudor y la terrible propaganda neerlandesa. Desmitifica, además, todo lo que rodea a los dos capítulos ya clásicos del ataque al Imperio español: inquisición y conquista americana. Por último, aborda cómo la leyenda negra (española, huelga decir) se extiende durante la Ilustración, el siglo XIX y llega hasta nuestros días, siendo finalmente asumida por los propios españoles en la actualidad. Esta aceptación, junto con el hecho de que la leyenda negra tiene hoy día consecuencias políticas y económicas para España (y para la paz dentro de la Unión Europea), hace que este sea un libro con repercusiones no solo académicas, sino también sociopolíticas. 

Tal vez uno de los aspectos más atractivos de este libro es que la autora logra escribir como habla. Sin que pierda ni un ápice de su carácter científico, no se escuda en un lenguaje aséptico y academicista, sino que logra captar la atención del lector con su fina ironía, su estilo directo, sus expresiones atrevidas, provocadoras, a veces algo socarronas. 

Lo que se presenta aquí es también una historia del catolicismo, de la polémica que contra la Iglesia y el Imperio que la sostenía políticamente levantaron la reforma luterana, calvinista, anglicana (necesitadas de un enemigo al que odiar para poder ellas crecer y prosperar). Sin complejos ni paños calientes, la autora, que se confiesa no católica, expresa su desconcierto porque el diestro manejo de la propaganda por parte de los enemigos protestantes no encuentra respuesta en una España que primero mira socarronamente a los que lo menosprecian, se revuelve luego vejada e irritada y termina por aceptar, para su vergüenza, la mentira que sobre ella se ha construido. 

En España hubo persecución, intolerancia y violencia. Pero ni por asomo fue tanta como la que hubo en la Europa protestante y los territorios controlados por ella. Y, sin embargo, junto al ataque propagandístico desvergonzado contra España y todo lo español (y lo católico), se levantó también una ley del silencio que ha logrado ocultar para la mayoría del público el anticatolicismo flagrante en Inglaterra, el racismo de los imperios protestantes y la cortedad de miras de los así llamados ilustrados franceses. Este libro viene a tratar de abrir un boquete en esa caverna en la que cierta historiografía nos ha podido ir metiendo, trata de comenzar una discusión. Se presenta pues, provocativo y polemizador, para defender el honor del Imperio español y todo el bien que trajo. Para buscar también las causas de esta hispanofobia, con el noble deseo de contribuir a su erradicación, por el bien no solo de los españoles, sino también de la unidad de los europeos.


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