Rojas Gálvez, Ignacio: Atraídos y expuestos. El discipulado en el evangelio de Juan. PPC, Madrid, 2020. 173 páginas. Comentario realizado por Ramón Gómez Ruiz (Seminario de Monte Corbán, Santander).
Karl Rahner afirmaba que el cristiano del siglo XXI será místico o no será cristiano. Solemos entender el “ser místico” como aquel que levita y experimenta cosas fuera lo normal. El místico, en verdad, es el que ha hecho experiencia personal de Dios y vive desde esa experiencia, es decir, el que se ha convertido en discípulo.
Siempre se ha tenido al evangelio de Juan como el más místico de los evangelios. A través de Atraídos y expuestos nos adentraremos, de la mano de Ignacio Rojas Gálvez, religioso trinitario, en la condición y vida discipular tal y como se presenta en el evangelio de Juan. “El cuarto evangelio muestra lo peculiar del discipulado de Jesús tal y como es vivido en las comunidades joánicas. Los seguidores del Maestro tienen como referente al discipulo amado (…) atraídos por Jesús, los discípulos joánicos van tras el Maestro desvelando las luces y sombras de todo camino de seguimiento” (pág. 8). En el fondo, el camino del discípulo es ir descubriendo quién es Jesús y cómo su ser se refleja en la propia vida.
Para poder profundizar en qué consiste ser discípulo es necesario que prestemos atención a las llamadas (primera parte) que aparecen reflejadas en el evangelio. Jesús es el cordero de Dios al que sigue el discípulo de forma dinámica, descubriendo y ahondando en sus motivaciones y conociendo cuál es el lugar de Jesús, dónde se asienta; por eso seguir a Jesús es hacer experiencia de él. La vocación, la llamada, se da a través de mediaciones, directamente por Jesús o a través del seguimiento y testimonio de otro discípulo que nos invita, nos lleva a Jesús y nos acompaña en el proceso.
En todo camino discipular hay luces y sombras (parte segunda). El seguimiento es un camino de rosas, bello pero con algunas espinas que nos marcan y que nos resitúan constantemente. Las sombras nos sumergen en la noche. El discipulado, a su vez, es un camino de servicio: el discípulo joánico se caracteriza por su conocimiento del Señor Jesús y el servicio, como él mismo es conocedor del Padre y servidor de la humanidad. Pero el desencanto, la crisis, la incomprensión… se convierten en sombras para el discípulo. El discipulado es una invitación abierta y dirigida a todos, hombres y mujeres. Las mujeres, en el evangelio de Juan, ocupan un lugar importante.
Por eso, tras la llamada y el contraste entre luces y sombras que surgen en el camino, es necesario entender y vivir el discipulado como un espacio de aprendizaje (tercera parte). ¿En qué consiste el aprendizaje? ¿Qué tiene que aprender todo discípulo de Jesús? ¿Cómo se encarna y se concreta el ser seguidor del Maestro? Jesús instruye a sus discípulos de ayer y hoy. Su enseñanza acrecienta la fe del discípulo y le permite “estar con él”, entablar vínculos profundos y de comunión. La enseñanza de Jesús abarca toda su vida y se concreta y condensa al límite de su muerte. Toda enseñanza del Maestro se dirige, nos dirige, para la misión. Estar con Jesús, escuchar su enseñanza, ser enviados por él nos convierte en amigos y no en siervos. El verdadero discípulo es aquel que es amigo de Jesús, que ha establecido una relación sincera, sana, arraigada y profunda con él.
En la conclusión se nos invita a sentirnos atraídos por el amor, amor que acoge y plenifica lo humano y que expone al discípulo en las fronteras de la existencia, fronteras en las que se realiza la misión que el Maestro dejó y sigue encomendando a los discípulos, sus amigos.
La lectura de esta sencilla y breve obra nos abre al mundo del seguimiento cristiano, seguimiento al que todo bautizado está llamado y no solo aquellos que viven una forma concreta de consagración religiosa o ministerial. Todo bautizado es un discípulo en germen y un amigo del Maestro en potencia. Sin duda una lectura recomendable para cualquiera que desee ahondar en la esencia de la vida cristiana.
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