Scurati, Antonio: M. El hijo del siglo. Alfaguara, Madrid, 2020. 824 páginas. Traducción de Carlos Gumpert. Comentario realizado por Fátima Uríbarri (Periodista; correo electrónico: fauribarri@gmail.com).
“Hombre de pensamiento y de acción, escritor eficaz e incisivo, orador persuasivo y vivaz, podría convertirse en un caudillo, un matón temible”. Eso decía sobre Benito Mussolini el informe del inspector general de Seguridad Pública Giovanni Casti, emitido en la primavera de 1919. Un dictamen muy premonitorio. Tenía olfato Giovanni Casti: Mussolini se convirtió en un caudillo y un matón temible. Lo explica al detalle M. El hijo del siglo, la colosal biografía novelada del Duce escrita por el escritor, investigador y periodista italiano Antonio Scurati.
“Hombre de pensamiento y de acción, escritor eficaz e incisivo, orador persuasivo y vivaz, podría convertirse en un caudillo, un matón temible”. Eso decía sobre Benito Mussolini el informe del inspector general de Seguridad Pública Giovanni Casti, emitido en la primavera de 1919. Un dictamen muy premonitorio. Tenía olfato Giovanni Casti: Mussolini se convirtió en un caudillo y un matón temible. Lo explica al detalle M. El hijo del siglo, la colosal biografía novelada del Duce escrita por el escritor, investigador y periodista italiano Antonio Scurati.
Lo primero que llama la atención de esta obra voluminosa (de 819 páginas) es lo pormenorizada que es. Arranca en 1919 y termina en 1925, con el nombramiento de Benito Mussolini como presidente del Consejo de Ministros Reales de Italia. Son solo seis años de la vida del político narrados con un rigor extraordinario.
Antes de arrancar la lectura del libro hay una página donde Antonio Scurati advierte de que “los hechos y personajes de esta novela documental ‘no’ son fruto de la imaginación del autor”. La labor de documentación realizada por Scurati es titánica. M. El hijo del siglo rezuma información, rebosan los detalles. Se nota que este periodista italiano –profesor, además, de literatura contemporánea– ha trabajado en el Centro de Estudios sobre el Lenguaje de la Guerra y la Violencia de la Universidad de Bérgamo, porque domina el tema.
Los acontecimientos están absolutamente documentados, el escritor italiano sigue los pasos de su protagonista de tal manera que parece que ha realizado un viaje en el tiempo convertido en la sombra de Mussolini y por eso sabe qué dijo, qué bebió y comió o cuándo bostezó. Es admirable la reproducción de los discursos, las reuniones, los artículos periodísticos, los episodios violentos, los encontronazos con sus oponentes... todo está detallado.
Se palpa la investigación histórica, pero no estorba. Es muy loable que esta abundancia documental no frene el avance en la lectura. La clave está en la prosa vigorosa y el manejo de la acción, donde Antonio Scurati demuestra una pericia sorprendente. Bien provisto de información y con un brillante empleo de la palabra y del ritmo narrativo, Antonio Scurati reconstruye la personalidad de un hombre determinante en la Historia de Italia y retrata también el espíritu del país.
M. El hijo del siglo arranca tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Italia se siente maltratada en la Conferencia de Paz de París: ha participado del lado vencedor, pero no le toca nada del botín, eso siente. Sus soldados regresan a casa hambrientos y empobrecidos. El descontento anida en cada casa. No hay trabajo, no hay futuro, eso es lo que percibe la población.
Ese malestar es una mina para quien sepa manejarlo. Y Mussolini sabe. Es hábil en “alimentar ciertos estados de ánimo que afloran en este crepúsculo de la guerra”, dice Antonio Scurati. Se trata de fomentar los odios, de exacerbar los resentimientos. Italia está bien abonada para esa siembra. Hay pobreza, paro, huelgas, desencanto a toneladas.
En M. El hijo del siglo se descubren, por ejemplo, las largas colas en las que enjambres de hombres inquietos esperan en busca de empleo; entre ellos hay muchos excombatientes, pero también guardan cola “jóvenes furiosos porque la guerra ha terminado antes de que ellos también pudieran zurrar a alguien, tropeles de adolescentes a los que nadie prestó atención”. Ahí hay una masa de futuros partidarios de Mussolini.
A pesar de haber militado en el bando vencedor, la guerra ha dejado en Italia “la bilis de la derrota”, explica Antonio Scurati. Alguien sacará partido de esa desazón que se ha expandido por el país. “En Florencia todos peroran, nadie calla y el sentimiento de traición crece de forma universal”, escribe Scurati. Es durante ese tiempo en el que impera el abatimiento nacional cuando comienzan a reunirse los Fascios de Combate.
Y Benito Mussolini –que había sido socialista furibundo– los lidera y se enfrenta a cara de perro con sus antiguos compañeros. No necesita disimular su afición por la violencia ni su desprecio por la democracia. Su estrategia es brutal y eficaz: “Vale más una bomba que cien mítines”, explica Scurati. Así, con frases cortas, con pocas palabras que atesoran enormes contenidos, el escritor italiano va desplegando los acontecimientos y de paso desnuda a los personajes. Los describe con una impactante precisión: “Con esos ojos suyos de loco, oscuros y profundos, con esa mirada suya desprovista de objeto, con la virilidad de ese cuerpo plebeyo y ultrajante de animal perseguido”. Ese es Benito Mussolini en su camino hacia el poder.
Se erige en líder y se coloca a la cabeza de un ejército de insatisfechos, desclasados y fracasados, una gente que gasta los días “sacando brillo a sus puñales”. En mayo de 1920, Mussolini da el giro definitivo hacia la derecha. Entonces hay en Italia solo 2.375 fascistas afiliados.
El país vive tiempos convulsos. Se multiplican las rebeliones campesinas y Mussolini se adapta a todo. Es revolucionario o conservador según las circunstancias. “Es solo un reactivo. Hay que dar tiempo a las moléculas para que choquen unas con otras de forma violenta”, explica Antonio Scurati. Así de eficaces son sus imágenes. El futuro dictador demuestra su buena cintura al atraer consigo a los empresarios, industriales y banqueros a los que tanto odió y fustigó en el pasado. Ahora se necesitan mutuamente. No hay reparos en aliarse con quien convenga.
El autor de M. El hijo del siglo sigue los vaivenes de Benito Mussolini. Los desbroza y explica. Es un eterno traidor, un experto en modelar las creencias, los ánimos y las emociones de otros de modo que siempre queden como a él le interesa. Negocia y engaña a todos. Y es un genio de la oratoria. “¡Cambiemos el miedo por el odio y lancémonos contra el enemigo! ¡Hagamos un ariete de todas nuestras vidas!”, proclama desde las columnas del periódico Il Popolo d’Italia.
“En la bolsa de valores de los pordioseros se está intercambiando el metal pesado de la angustia por la preciada moneda del odio mortal”, continúa explicando Antonio Scurati. Y así, con minuciosos detalles, con el vigor de su prosa, con sus vibrantes imágenes, este investigador de la Historia lleva a los lectores hasta la victoria de Benito Mussolini.
Es un gran libro M. El hijo del siglo. Permite presenciar la Historia, vivirla. Traslada a los lectores a los escenarios, hace que tiemblen con los disparos y se estremezcan con las arengas. Es este un libro aleccionador, de lectura imprescindible para comprender cómo determinados movimientos políticos acaban calando en los pueblos y para darse cuenta de cuáles son las herramientas que utilizan para llegar al poder: lo sencillo que puede ser manipular a las masas. Antonio Scurati narra el camino emprendido por un hombre hábil en ese menester. Termina con su llegada a la meta. “Roma, 3 de enero de 1925. Parlamento del Reino, Cámara de Diputados. Y nadie se levanta para detener al hijo del siglo. El hemiciclo responde con un único grito, respetuoso, devoto, entusiasta: ¡Todos contigo! ¡Todos contigo, presidente!”.
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