Aizpurúa Donazar, Fidel: Una lectura social del Nuevo Testamento. Verbo Divino, Estella, 2019. 271 páginas. Comentario realizado por Ianire Angulo Ordorika (Facultad de Teología de Granada).
Del teólogo Karl Barth suele decirse que preparaba las homilías con la Biblia en una mano y el periódico en otra. Esta misma inquietud por aunar la Escritura y el día a día de nuestro mundo rezuma en este libro de Aizpurúa. Su pretensión no es otra que salir al paso del divorcio que se da en la práctica entre dos mundos que, para el autor, deberían estar profundamente unidos: la exégesis y la cuestión social.
La introducción del libro sirve para defender ardientemente la lectura social de la Escritura. Como es obvio, insiste en los puntos fuertes de este modo de acercarse a la Biblia, omitiendo los débiles. Para Aizpurúa, esta forma de abordar el texto bíblico permite conectar imaginarios superando las diferencias religiosas o ideológicas, desvela los lenguajes comunes a toda persona, refuerza la conciencia de la común pertenencia a la raza humana, ilumina situaciones, impulsa la humanización y amplía el concepto de “signos de los tiempos” que se consagró en el Concilio Vaticano II, pretende modificar la sociedad y se sitúa en el ángulo de visión de las pobrezas.
El libro se estructura en veintisiete capítulos, uno por cada libro del Nuevo Testamento que aborda. En cada capítulo, Aizpurúa elige dos pasajes que considera relevantes para realizar su propuesta de lectura. En cada uno de ellos descubre y propone derivaciones sociales. Estas no siempre se deducen con claridad de los libros neotestamentarios y, de hecho, en varias ocasiones las consecuencias que extrae el autor resultan forzadas, cuando no “a la contra” del texto bíblico, como él mismo denomina.
A la hora de abordar el evangelio de Mateo, se ocupa esencialmente de la economía. Apoyándose en la parábola del juicio final y de una interpretación discutible de la primera bienaventuranza (“dichosos los que eligen ser pobres”), concreta su relectura hablando de la lucha por la igualdad económica y la búsqueda de estructuras económicas de amparo.
En el caso de Marcos se fija en la identificación del seguidor de Jesús como servidor y en la disputa en torno al divorcio. Así anima a reavivar la fe en la vocación al servicio público y a una relación entre varones y mujeres liderada por la igualdad y el respeto a la diversidad.
Asomarse a Lucas es, para Aizpurúa, acercarse a dos iconos: el buen samaritano y el rico Epulón. Estas dos parábolas le sirven para abordar la necesidad de alentar una ética laica que aminore los efectos de quienes ostentan una conciencia aislada de los demás.
El modo de ver Jerusalén y Antioquía en Hechos de los Apóstoles le sirve al autor para hablar de la sana laicidad y del ambiente urbano como un espacio propicio para la espiritualidad.
Al abordar la carta a los Romanos se centra en la convicción de Pablo sobre cómo Jesucristo nos ha reconciliado definitivamente y la nueva vida que de ahí brota. Estas claves teológicas le permiten abordar la cuestión de la culpa, el temor y la espiritualidad laica que de ahí podrían derivarse.
Desde la primera carta a los Corintios, Aizpurúa aborda la cuestión de la comunidad, planteando la necesidad de construirla acogiendo la debilidad y reconociéndola como necesaria.
La segunda carta a los Corintios le sirve para subrayar lo beneficioso que resulta para la sociedad el trasvase de bienes entre sus miembros y la necesidad de reducir la desigualdad.
La carta a los Gálatas, con la cuestión de la libertad que este escrito aborda, le sirve al autor para plantear la necesaria libertad y el reto de construirla.
Desde Efesios aborda la necesaria reconciliación social y los múltiples caminos, no solo el de la religión, para ahondar en el sentido de la vida.
La experiencia de un Dios Bondad lleva a establecer relaciones bondadosas, como el autor deduce de Filipenses, así como la necesidad de reactivar la utopía de la fraternidad universal.
Colosenses nos devuelve a la experiencia de Jesús como una realidad esencial que posibilita el logro de la autonomía.
La exhortación a “no apagar el espíritu” de la primera carta a los Tesalonicenses se convierte en la raíz para hablar de la cuestión del sentido y de la fe activa.
Mucho más forzada es la reflexión que hace sobre las formas fraudulentas de trabajo y sobre cómo el trabajo decente se convierte en elemento de cohesión social a partir de la segunda carta de los Tesalonicenses.
Es notoria la desafección que las cartas pastorales le merecen a Aizpurúa. La lectura social que deriva de 1 y 2 Timoteo y Tito, no solo resulta forzada, sino que incluso llega a contradecirlas, como es el caso de la última de ellas.
La carta a Filemón será la excusa para hablar sobre la “utilidad” de la persona y las implicaciones de crear una sociedad fraterna.
Hebreos será motivo para tratar la cuestión de la migración.
A partir de la primera y segunda cartas de Pedro hablará de la comunidad como hogar y de la necesaria esperanza en lo humano.
Las tres cartas de Juan serán el punto de arranque para reflexionar sobre la estrecha relación entre seguimiento de Jesús y justicia, la necesidad de vivir con y para los otros y la solidaridad como alternativa al poder.
Judas es otro de los libros que Aizpurúa interpreta “a la contra”, denunciando el excesivo acento en la ortodoxia de las estructuras débiles.
En el Apocalipsis, como culmen de su recorrido, aboga por una percepción benigna de la historia y por la importancia de la insistencia.
En un capítulo conclusivo, Aizpurúa se adelanta a defenderse de posibles pegas a cómo aborda los libros bíblicos.
La opción metodológica de Aizpurúa hace que su visión sea inevitablemente sesgada y separada del contexto del conjunto del libro bíblico, tanto por la perspectiva como por su pretensión de abarcar el conjunto del Nuevo Testamento. A un nivel creyente no puede evitar saber a poco, pues en su afán de diálogo con toda persona, la mirada a los textos resulta demasiado reducida y limitada a la medida de la lógica humana.
Uno de los puntos fuertes de este libro es la interdisciplinariedad. Recurre a referencias bibliográficas de muy distintas disciplinas. Esta es una muestra más de la importancia que tiene para el autor el esfuerzo por edificar puentes con la increencia a través de la Biblia. De este modo, lo más discutible a un nivel bíblico queda suplido, o al menos mitigado, con su intención de acercar la Escritura incluso a no creyentes y proponerla como un libro útil y válido para abordar las cuestiones sociales.
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