lunes, 21 de marzo de 2022

Konrad Schmid: Historia literaria del Antiguo Testamento. Por Ianire Angulo Ordorika

Schmid, Konrad: Historia literaria del Antiguo Testamento. Una introducción. Trotta, Madrid, 2019. 349 páginas. Traducción de José María Ábrego de Lacy. Comentario realizado por Ianire Angulo Ordorika (Facultad de Teología de Granada).

Por más que abunden las introducciones al Antiguo Testamento, no es frecuente encontrar quien se ocupe de cómo se han desarrollado los textos veterotestamentarios y del modo en que se establecen relaciones entre ellos. De este tema, interesante pero para minorías, se ocupa la obra de Konrad Schmid.

Este autor suizo desarrolla su planteamiento a lo largo de ocho capítulos. En el primero de ellos, el más denso y extenso, se ocupa de presentar los fundamentos del estudio y plantear su ambiciosa pretensión. Él busca presentar e interpretar las obras literarias del Antiguo Testamento “en sus contextos intrínsecos, sus relaciones y en sus propios desarrollos históricos” (p. 19). Antes de lanzarse a la tarea, ofrece un detallado recorrido histórico de los intentos, problemas y posibilidades que, a lo largo de los siglos, se han ido encontrando los autores a la hora de emprender una aventura como la suya. En este complejo e intenso primer capítulo, antes de presentar el método empleado en su investigación, toca diversas temáticas que afectan a su proyecto, como las tendencias actuales en la investigación veterotestamentaria, los aspectos sociológicos de la producción y recepción literaria o las posibilidades y límites que tiene cualquier intento de reconstrucción histórica. 

Los siguientes seis capítulos se ocupan de la historia literaria en diversos momentos. En ellos se mantiene siempre una estructura similar, abordando en primer lugar el trasfondo histórico de esa etapa determinada, se apunta hacia algunas consideraciones teológicas y, en el punto más relevante de cada capítulo, se presentan los ámbitos de la tradición en los cuales se desarrollaron los textos bíblicos. Al abordar los comienzos de la obra escrita en el antiguo Israel (s. X-VIII a.C.), el autor presenta las tradiciones cultuales y sapienciales, así como aquellas narrativas y de anales en ambos reinos. Aunque es probable que haya documentos de esta época, resulta difícil determinarlos con claridad tras el trabajo redaccional con el que han llegado a nosotros. Alguno de los Proverbios, que se transmitirían de modo individual antes de que, al agruparlos, se ampliara su sentido; algún salmo, con la dificultad que estos poemas tienen para ser datados; el núcleo del ciclo de Jacob o parte de la tradición sobre David podrían haber nacido en torno a esta época. A medida que van pasando los siglos resulta más certero, aunque nunca seguro, determinar el momento histórico en el que se van configurando los textos. 

Schmid presenta cuatro corrientes teológicas que se pueden ubicar en el período Asirio (s. VIII-VII a.C.). Una de ellas está configurada por las tradiciones que acusan al pueblo o al rey como responsables de la amenaza asiria. La generación de leyendas sobre los orígenes de Israel sin referencias a la monarquía formaría una segunda línea teológica. Otra tendría que ver con cierta tendencia sapiencial y sálmica de ensalzar el ideal del rey y, finalmente, una corriente anti-asiria que, ya a finales del s. VII a.C., traslada a YHWH la exigencia de fidelidad que el imperio reclamaba a sus pueblos vasallos. 

El cuarto capítulo del libro se ocupa de la literatura nacida en el período babilónico (s. VI a.C.). Algunos de los aprendizajes hechos con la caída del Reino del Norte ayudaron a conservar la religión de Judá tras la destrucción de Babilonia. Lo acontecido fue interpretado teológicamente desde diversas perspectivas: en contra de la teología de Sion, que consideraba Jerusalén inexpugnable, culpando a los monarcas de la situación o, más adelante, responsabilizando al conjunto del pueblo. No solo hubo que interpretar de forma creyente el drama de la victoria de Nabucodonosor, sino que también estas circunstancias variaron la percepción de YHWH. De esta época son las afirmaciones de monoteísmo estricto, el imaginario de un santuario celestial, la angelología o la personificación de la sabiduría como modo de contrarrestar el monoteísmo rígido y la reflexión sobre la condición humana. 

El período persa (s. V-IV a.C.) es analizado en el quinto capítulo. Siguiendo la misma estructura, también se presentan las claves teológicas que caracterizan este momento histórico. Schmid propone dos características de esta época: una revisión redaccional de los materiales previos con cierta tendencia unificadora y la diversificación de posturas dentro de las posibilidades que ofrecía la ortodoxia. Estos posicionamientos se mueven entre la percepción de la situación política como un momento salvífico que Dios completará, la convicción de que el dominio persa lleva la historia de salvación a su meta o la negación de que este escenario sea salvador. Se percibe al imperio dominante como instrumento divino, o como representantes del dominio de YHWH o como muestra del juicio al que Israel está sometido. 

El sexto capítulo está consagrado al período ptolemaico (s. III a.C.). En esta época el autor plantea tres factores que impactaron teológicamente: la caída del imperio persa y del encabezado por Alejandro Magno, el encuentro con el helenismo y la incipiente discusión sobre cómo orientar la Torá, bien en clave teocrática o bien escatológica. Desde estas perspectivas de ideologización o escatologización, Smith va haciendo repaso de la orientación que fueron adquiriendo las diversas tradiciones. El nacimiento de la literatura apocalíptica en esta época merece un excursus del autor en las páginas 234-235. 

El penúltimo capítulo se dedica al período Seléucida (s. II a.C.), que se caracterizó por un contacto muy estrecho con el helenismo. De esta época serán tanto tradiciones que defiendan la compatibilidad de esta cultura con el judaísmo, aunque la sabiduría se identifique con la Ley, como posturas antagónicas. La experiencia del martirio llevará a formular la esperanza en la resurrección. 

El último capítulo aborda la cuestión del canon bíblico. En él se plantea que la historia de la literatura y la de la formación del canon del Antiguo Testamento están muy relacionadas, pero no coinciden. 

Nos encontramos ante una obra compleja pero muy necesaria. Se trata de un referente para los estudiosos de la Escritura, aunque excesiva para quienes no cuentan con cierto bagaje de conocimientos bíblicos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario