miércoles, 9 de marzo de 2022

Stefan Müller-Doohm: Jürgen Habermas. Por Juan Carlos Velasco

Müller-Doohm, Stefan: Jürgen Habermas. Una biografía. Trotta, Madrid, 2020. 648 páginas. Traducción de Alberto Ciria. Comentario realizado por Juan Carlos Velasco.

Habermas, ejemplar de una especie en extinción

Jürgen Habermas tiene, entre otros méritos no menores, el de haber quebrantado fronteras tenidas por inmutables entre académicos al atreverse a bajar a la arena de las disputas políticas y culturales del presente. La reflexión abstracta siempre ha sido para él un modo de comprometerse con el mundo, no de evadirlo. Aunque ha producido una ingente cantidad de conocimientos para exclusivo consumo en espacios académicos, nunca ha decaído en el afán de trasladar sus ideas a sus conciudadanos y tampoco le ha faltado la habilidad requerida para hacer oír su voz en las múltiples controversias en las que ha intervenido. Dar cuenta de estos diversos empeños constituye el propósito central del libro que aquí se presenta.

El autor de esta monumental biografía es el sociólogo Stefan Müller-Doohm, conocido ya entre los lectores españoles por el magistral estudio sobre el recorrido vital y pensamiento de Theodor W. Adorno, una obra convertida en referencia insoslayable. Ahora repite la misma hazaña con la biografía de quien durante tres años fue el asistente universitario del autor de la Dialéctica negativa.

El retrato personal que emerge de Habermas como persona es sumamente somero y respetuoso. El biógrafo se carga de razón cuando afirma que «Habermas no es ningún personaje carismático» (p. 461). Probablemente su vida «para la academia» —como afirma alguien tan cercano como es su mujer— no sea lo suficientemente interesante y de ahí que Müller-Doohm acierte en distanciarse del periodismo amarillista y en no poner el foco en el biografiado como persona privada y desechar «todo lo puramente privado e íntimo» (p. 15). No busque, por tanto, el lector sensacionales descubrimientos, pues de lo que se trata es de sacar a la luz la dialéctica entre el individuo y la sociedad en la que está integrado. Ofrece, eso sí, un conocimiento tan caudaloso de la realidad epocal en la que Habermas despliega su vida que sus páginas siempre nos conducen más allá del personaje.

Esta biografía, como es propio del género en que se inscribe, incide en la perspectiva de la microhistoria, aunque sin quedarse en la mera anécdota. De Habermas se conocía ya con bastante precisión los datos, fechas y lugares más significativos de su trayectoria profesional, pero a partir del libro de Müller-Doohm se dispone de una reconstrucción completa, cuando no exhaustiva, de su periplo vital y del despliegue de sus ideas. El libro resulta fácilmente legible, pero no constituye un espejo de belleza estilística, cualidad que cuando aparece está siempre al servicio de la utilidad. Es un producto genuino de una sólida investigación científica al modo germano, de una Forschung. Tras años de intensas conversaciones con múltiples coetáneos, colegas y con el biografiado mismo, esta biografía se basa hábilmente en ensayos poco conocidos, sobre todo para el lector de lengua no alemana, y a menudo en material procedente del masivo archivo del propio Habermas. Müller-Doohm proporciona compendios y evaluaciones expertas de las principales obras de Habermas. Siempre con buen criterio, logra poner claridad y agilidad en la densa y opaca textura de sus escritos, una labor que el lector agradece.

Así, y apoyado en un contundente dominio de un impresionante volumen de información, el relato avanza como un auténtico motor diésel, que logra registrar escrupulosamente los acontecimientos, aunque tienda a evitar en general el juicio sobre los recovecos de una historia que a veces resulta intrigante, como es su fugaz paso por las Juventudes Hitlerianas. No emite fallos explícitos, pero sí veredictos soterrados. La posición del autor frente a Habermas no siempre es obsequiosa, ni condescendiente. Evita, no obstante, la crítica directa. Acude más bien a acumular un conjunto de críticas de terceros a la perspectiva habermasiana. Un caso ejemplar de esta forma de proceder es el análisis de la justificación que Habermas hace de intervención de la OTAN en Kosovo pese a no contar con la preceptiva autorización del Consejo de Seguridad de la ONU (pp. 314-321, sobre todo, las notas). Este carácter cauteloso no impide que tras la prosa de Müller-Doohm se vislumbre una astuta conciencia de los temas fundamentales que jalonan la obra de Habermas.

A lo largo de esta biografía se pone de manifiesto la importancia decisiva que los sucesos histórico-políticos tuvieron en los desarrollos teóricos del pensamiento de Habermas, y no sólo en los de su filosofía social y política. Así, el contexto de escritura de su primer pensamiento estuvo marcado por el bestial impacto del nazismo, el final de la segunda guerra mundial, la dilatada era Adenauer y los movimientos estudiantiles de los sesenta. En los escritos posteriores a La teoría de la acción comunicativa (1981), y especialmente a partir de la publicación de Facticidad y validez (1992), el trasfondo histórico lo marcan acontecimientos como las movilizaciones pacifistas de los ochenta, pero sobre todo la caída del muro de Berlín y la subsiguiente reunificación alemana. Esta biografía intelectual es, pues, el resultado de una lograda combinación de exégesis textual y sociología del conocimiento.

Toda la filosofía de Habermas puede entenderse como respuestas teóricas a problemas y contextos históricos determinados. Tan decisivos o más que los hechos fueron los intensos debates surgidos en el turbulento contexto social e intelectual alemán de postguerra, lastrado por la dolorosa tarea de autocomprensión del reciente pasado, que obligaba a un indispensable ajuste de cuentas si se quería llegar a una democracia plena. Estos debates de los años sesenta, en el fragor de una revolución cultural de considerables implicaciones sociales y políticas, con el transcurso de los años quedaron necesariamente contaminados de asuntos que sobrepasaban los puramente internos, con lo que el interés de la filosofía política de Habermas comenzó a bascular desde los problemas de legitimación y el alcance del Estado de bienestar, principalmente en clave doméstica, para pasar a ocuparse de lo político y lo moral más allá de las fronteras nacionales. El enfoque político estatista comenzó desde este momento a ensancharse hacia una mirada cosmopolita que sería la antesala de su teoría de la democracia en una constelación postnacional.

Al hilo del relato de la vida intelectual de Habermas, el lector tiene la oportunidad de recrear los grandes debates intelectuales del último medio siglo. En casi todos Habermas ha tenido algo que decir, sea quien fuera con quien tuviera que enfrentarse. Su trayectoria y, más aún, su obra es fiel reflejo del devenir de Europa y, en concreto, de Alemania. Es imposible hablar de la Alemania del último medio siglo sin invocar a Habermas como testigo mayor. Desde mediados del siglo XX ha sabido detectar los temas importantes, exponer interpretaciones fructíferas de los mismos, aportar una visión de largo plazo que contribuya a entender el presente y ampliar la paleta de argumentos disponibles con el objeto de incrementar mejorar la calidad de los debates públicos. Sus intervenciones, que no suelen pasar inadvertidas, no pretenden ser políticamente neutrales. Habermas nunca ha evitado entrar en polémica cuando estaba en juego la hegemonía política y cultural ni ha desistido de fungir como portavoz oficioso, pero reconocido, de la izquierda liberal, siempre comprometida con la democracia (p. 302). Si estamos de acuerdo en que un filósofo triunfa cuando sus nociones clave pasan a convertirse en lengua común y se integran en el fondo compartido de ideas básicas de una sociedad, la historia del pensamiento habermasiano es la historia de un éxito incuestionable.

La última década ha demostrado reiteradamente que los complejos problemas a los que el mundo se enfrenta ahora son justo los que han movilizado a Habermas a lo largo de su prolongada carrera. Hoy las democracias occidentales están paralizadas por una polarización que a su vez está alimentada por la creciente desigualdad, la precariedad económica y una inseguridad alentada por un particularismo exclusivista. Tanto la gobernanza tecnocrática de una globalización ultraliberal como el populismo iliberal acosan a las democracias despojándolas de su sustancia normativa, esto es, de sus imprescindibles componentes participativos y deliberativos, en los que tanto ha insistido Habermas. Todo esto hace que conceptos como «esfera pública», «patriotismo constitucional», «identidad postnacional», «ética discursiva» o «democracia deliberativa» puestos en circulación por Habermas parezcan menos tópicos y sosos y más bien recordatorios vivos de lo que debemos preservar celosamente.

La carrera de Habermas resulta fascinante en gran medida porque constituye mucho más que un corpus de trabajos académicos, por muy originales e influyentes que sean. Por cierto, para la justa ponderación de estos logros basta con echar un vistazo al reciente libro Habermas global (Berlín: Suhrkamp, 2019, 894 pp.), todo un proyecto internacional —en el que colaboran más de treinta autores de más de quince culturas lingüísticas— que da cuenta del impacto de su obra a lo largo del planeta. Sólo un dato de los múltiples que aporta este volumen colectivo: la bibliografía secundaria sobre Habermas abarca no menos de ocho mil títulos.

El perfil de Habermas trazado por Müller-Doohm tiene como objetivo principal «exponer el intricado entrelazamiento entre el oficio principal y el oficio secundario», esto es, entre el oficio de filósofo y el oficio de intelectual público (p. 12). Habermas dejó el espacio protector de la universidad para asumir el papel de participante en debates públicos controvertidos y de esta manera trató de influir en el desarrollo de la vida social y política en un ámbito mucho más amplio. Gran parte del atractivo que emana de su personalidad estriba precisamente en haber sabido aunar estas dos facetas, hasta llegar a ser una de las últimas encarnaciones de la figura del intelectual que se ha erguido como conciencia de su propia sociedad, una especie en peligro de extinción.

La importancia y el virtuosismo de los numerosos escritos de Habermas a lo largo de los años también están plena y expertamente documentados, desde sus primeros trabajos en la esfera pública hasta sus escritos más recientes sobre la acción comunicativa, el cosmopolitismo, la condición postsecular. Lo que se desprende de esta biografía es un vívido retrato de un pensador único que ha hecho una inmensa y duradera contribución filosófica pero que, cuando percibe que la sociedad no está a la altura de su potencial para crear condiciones libres y justas para todos, se convierte en uno de sus críticos más rigurosos y persistentes.

No son pocos, sin embargo, los que le reprochan a Habermas que haya dejado de impugnar in toto el sistema social generado por el capitalismo. Al haber alejado progresivamente al subsistema económico como objeto central de análisis, se le achaca la responsabilidad de la apreciable pérdida de radicalidad de la que la Teoría Crítica adolece actualmente. La reconstrucción comunicativa a la que la sometió no sería sino un proceso de domesticación, en la medida en que ha conducido a la mera afirmación y conciliación con el orden social existente. Hay bastante de ello, pues, como subraya Müller-Doohm, a partir ya de la década de los sesenta Habermas era de la opinión de que los teóricos críticos deberían dejar de pensar en la revolución, y centrarse más en «una democratización progresiva de la sociedad», que podría tener lugar  «incluso dentro del orden económico del capitalismo». Sin embargo, esta notable consideración no habría que colocarla en el debe de Habermas, sino en su haber, pues muy probablemente su logro práctico más significativo haya sido ayudar a la izquierda europea —empezando por la alemana— a rescatar un aprecio por el valor institucional y normativo del orden constitucional democrático.

Habermas es un autor de una producción enormemente prolija, casi inabarcable para un lector medio. Arrancó su andadura en la década de los cincuenta del pasado siglo y aún sigue dando frutos de una asombrosa lucidez. Una exposición retrospectiva sobre su obra organizada por la Biblioteca Nacional alemana en 2009 llevaba el significativo título de «la lava del pensamiento en constante flujo». Efectivamente, ante la obra de un autor que ha cumplido ya 92 años, se tiene la impresión de estar ante un pensamiento en permanente movimiento. Tras la publicación de esta biografía, Habermas ha seguido aportando material suficiente para un nuevo y destacado capítulo. Así, en 2019, añadió a su impresionante elenco bibliográfico una particular historia de la filosofía occidental —con la portentosa extensión de 1700 páginas— publicada bajo el título Auch Eine Geschichte der Philosophie, un fruto tardío de exigente calado filosófico. Todo estudio sobre él parece estar destinado a volverse sistemáticamente desactualizado. Pues bien, y pese a ello, resulta poco arriesgado afirmar que la presente biografía no ha perdido entretanto nada de su valor y que se convertirá en una obra esencial, incluso clásica en su ámbito.


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