Veronesi, Sandro: El colibrí. Anagrama, Barcelona, 2020. 320 páginas. Traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona. Comentario realizado por Carlos Maza Serneguet.
¿Cómo afrontar los reveses de una vida? ¿Cómo dar o encontrar sentido al sufrimiento? Marco Carrera es
el Colibrí, porque según Luisa —amor llamado a ser
siempre platónico— pone toda su fuerza en permanecer en el
mismo sitio. Esto mismo es lo que nos hace no apasionarnos
demasiado con Marco y, a la vez, acaba concediendo cierto
embrujo al personaje. Contemplamos cómo se desarrolla su
historia, a través de continuos saltos temporales, pasando de
la carta a la narración, o de la narración al chat. Un puzzle en
el que se acaba desvelando el drama de desgracias familiares
y amores truncados, en el fondo imposibles. Una vida atravesada por la muerte y la enfermedad, en la que parece que la única posibilidad de
encontrar sentido es resistir, permanecer en el sitio, no moverse, como el colibrí.
Finalmente, el sentido vendrá de la mano —la nueva generación, cómo no— de
una niña, la nieta, llamada a ser inicio de una nueva humanidad, aunque sea como conservación de lo mejor de la antigua, resistencia frente a un mundo que se
deshumaniza. Solo la mirada de Miraijin librará a Marco de lanzarse en brazos de
la muerte, cuando ni siquiera estar quieto ayude a seguir viviendo. Con ella como
sostén y como centro, vivirá de nuevo volviendo a las cosas de siempre, aleteando
en el sitio para cuidarla y ofrecerla al mundo.
Sandro Veronesi ganó el prestigioso premio Strega italiano en el año 2020 con este
libro, cuyo mayor mérito es ir dibujando una personalidad que intriga y hasta
atrae por su resistencia a la adversidad, aunque a veces nos parezca que ya habíamos leído algunas de sus páginas antes.
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