lunes, 1 de abril de 2024

Luis María Armendáriz: Hablar con Dios. Por Marta Sánchez

Armendáriz, Luis María: Hablar con Dios: en la intimidad, en la naturaleza y en la historia. San Pablo, Madrid, 2007. 232 páginas. Comentario realizado por Marta Sánchez.

Luis María Armendáriz escribe sobre la oración. El autor nos invita a rezar los salmos 63 y 149 y el cántico de Daniel (Dn 3,51-90). 

Los motivos por los que ha escogido profundizar en estos textos de la Sagrada Escritura son varios. En primer lugar, recoge la invitación de la Dei Verbum. Orar es hablar con Dios en un lenguaje comprensible, es hablar «como si Dios existiese» y es hablar con Él, no de Él. El segundo motivo es que estos cánticos pertenecen al Antiguo Testamento y pudieron ser rezados por Jesús. Y, finalmente, se recitan en las Horas del Breviario en los Laudes todos los días festivos. 

La estructura del libro es tripartita, como se indica en el subtítulo Hablar con Dios en la intimidad (salmo 63), en la naturaleza (Dn 3,57-90) y en la historia (salmo 149). La obra finaliza con un apéndice sobre la doxología: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, con la que concluimos el rezo de los salmos. 

El modo de orar los tres cánticos tiene una misma propuesta. Se invita al lector a leer el salmo fijándose en la referencia a la psicología humana; por ejemplo, el salmo 63 es un canto de seguridad, gozo y confianza en el Creador. Después el orante tiene que actualizar el salmo a su situación actual. El autor va relatando su oración personal –yo también prometo que alzaré mis manos hacia Ti no sólo puntualmente, cuando te necesito, sino también en todos mis trances, felices o dolorosos (p. 35)–. Y termina con una relectura cristiana donde resuenan los motivos evangélicos latentes en el canto: Orar al padre en el Espíritu de Cristo. 

Además, a lo largo de la lectura orante de estos cantos, el autor reflexiona sobre la necesidad del hombre actual de la oración. La oración –dice L.M. Armendáriz– es un acto consciente. El creyente reza a Dios (o debería orar) con espontaneidad y atrevimiento, como Jesús nos enseñó con el Padrenuestro. 

Dios ha sembrado en todos los corazones la sed de lo absoluto. El ser humano tiene la capacidad innata de recordar, traer al corazón, el amor de Dios a todas las criaturas. Además, es necesario participar en las celebraciones cultuales –¡cómo te contemplaba en el santuario!–. El creyente, al celebrar comunitariamente su fe, se siente deseado por Dios y amado. La Gracia de Dios es más que la vida. Cristo nos prometió darnos «vida eterna», y el cristiano invoca al Espíritu Santo para acercarse al Hijo y al Padre. 

El segundo apartado, el cántico de Daniel. El autor nos invita a lo largo de la obra a pedir lo imposible a Dios. El cántico de Daniel fue proclamado por hombres que iban a ser pasto de las fieras. Ante esta oración, L.M. Armendáriz se pregunta: ¿qué sentido tiene pedir a Dios lo que la naturaleza y la ciencia están en disposición de procurarnos? Para el cristiano, la creación está a medio hacer. El hombre actual tiene que ser místico comprometido. El creyente del siglo XXI tiene que aprender a bendecir a Dios tal como se ha hecho en los orígenes de todas las religiones. El hombre, cuando contempla el mundo, busca a Dios en lo in visible. No en los átomos o en las galaxias: ésos son acontecimientos que se van explicando por la ciencia. El creyente busca alabar a Dios en Cristo. La encarnación es el misterio que Dios ha regalado a los hombres, es la obra de su Amor. Y nos invita a invocar al Espíritu Santo con las oraciones de la Tradición eclesial: Veni, Sancte Spiritus, ¡Padre, alienta la creación con tu Espíritu Santo! 

En conclusión, esta obra es una manera sencilla de acercarse a los textos inspirados y aprender a rezar un cántico nuevo (salmo 149), en la línea de San Agustín: que mi corazón descanse en Ti. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario