Verdon, Timothy: María en el arte europeo. Electa, Barcelona, 2005. 228 páginas. Comentario realizado por Mª Jesús Fernández Cordero.
No es frecuente encontrar libros de historia del arte en los que el arte cristiano esté tratado desde el interior de la fe, considerando ésta como la clave fundamental para desentrañar su sentido. Es cierto que las perspectivas actuales tienen cada vez más en cuenta los aspectos relativos al contexto cultural, sociológico, político, ideológico, etc. de la obra de arte y, en esta línea, también el contexto religioso. Pero suele tratarse este último aspecto como una dimensión histórica o cultural que permite la interpretación de la obra (por ejemplo, descifrar su simbología), o atendiendo a la personalidad del propio artista (en qué medida sus obras son fruto de un impulso o experiencia religiosa o vienen condicionadas por las ideas imperantes y la relación con sus mecenas o comitentes). Estos acercamientos son sumamente valiosos y enriquecedores para cualquier interesado por el arte y por la historia, pero no alcanzan a conectar la obra de arte con el mundo interior de la fe; pues es propio del arte cristiano un cierto sentido «sacramental», por el cual éste se convierte en vehículo de una experiencia religiosa. Por eso es posible que con algún bagaje cultural se puedan entender las obras de arte producidas a lo largo de siglos por el cristianismo (lo que, por cierto, queda ya fuera del alcance de muchos); pero no siempre se llegará a intuir el sentido último ni el carácter religioso de las mismas. Es como si un lector se viera incapacitado para entrar en el mundo del libro que tiene entre manos, incapaz de conectar con aquello que el autor pretendía despertar en él, y permaneciese ajeno, exterior y sin dejarse envolver e invadir por el mundo del relato; algo así nos ocurre ante el arte cristiano, ya de por sí despojado en muchas ocasiones de los entornos en que nació y fue vivido o, aún plantado en los mismos lugares, contemplado como pieza de arqueología. Pues bien, sin renunciar en absoluto al rigor propio de una historia del arte, esta magnífica obra contiene los elementos que nos permiten intuir ese mundo y asomarnos al misterio que el arte cristiano pretende evocar. Aunque una primera intencionalidad –implícita en el título– sea despertar la conciencia de las raíces cristianas de la cultura europea, la última y más profunda apunta al sentido específicamente religioso de este arte.
Su autor, Timothy Verdon, es historiador del arte por la Universidad de Yale, sacerdote norteamericano afincado en Florencia desde 1994, donde es profesor en la Facultad Teológica de Italia Central y dirige la Oficina diocesana para la Catequesis a través del arte. Es presidente de la federación internacional Ars et Fides de guías voluntarios –que busca ofrecer no sólo los aspectos artísticos de los monumentos, sino la clave de la fe de la que surgieron– y autor de diversas obras sobre el arte cristiano, entre las que destacamos: L’arte cristiana in Italia (Milán 2006, 2 vols.), La basilica di San Pietro: i papi e gli artisti (Milán 2005) y Cristo nell’arte europea, semejante a la obra que ahora consideramos al ofrecerse en castellano.
María en el arte europeo parte de una exposición sencilla pero profunda de los datos fundamentales de la doctrina mariológica en relación con su reflejo en el arte. Desde el principio, puede uno ver en el arte la expresión del misterio salvífico del que María forma parte, recorriendo obras y detalles acompañados también por fragmentos de la literatura cristiana. En el capítulo «María como figura» se detiene en María –indisociable del Hijo– como símbolo de la esperanza cristiana por su humanidad coronada en los cielos, María figura de la Iglesia y Sponsa Crhisti, figura del deseo espiritual de la Iglesia, y Mater misericordiae, a la que se han aplicado además las imágenes de puerta, arcada y seno materno; es la mujer vestida de sol que simboliza el sufrimiento, la oración, la fortaleza y la victoria de la Iglesia; relacionada de modo singular con la eucaristía por el cuerpo de Cristo que de ella nació, con la fecundidad de la «tierra virgen» que representa, y con la redención de los hombres como Nueva Eva, sede de la Sabiduría y Regina sanctorum. El capítulo dedicado a «María como mujer», sin desvincularse del anterior teológico, nos permite recorrer los misterios de la vida de María, una de las perspectivas más fecundas en el arte europeo y de más incidencia en la vida de piedad y devoción del pueblo: las imágenes misteriosas y gozosas de la anunciación, la natividad, la infancia de Jesús (en la que se pone de relieve el papel educador de María)... van deslizando sus hermosos trazos hasta llevarnos al pie de la Cruz, a la vivencia dramática de la pasión y el dolor entrañado de la Piedad, del llanto y el lamento por Cristo, para emerger de nuevo como figura de la Iglesia desde la Pascua, en la Iglesia naciente y en su propia participación en la resurrección. El último capítulo, «María y la ciudad: el ejemplo de Florencia», ofrece un recorrido por los lugares de culto mariano y por obras de arte de todo tipo a ella dedicadas. Alguna de ellas puede llamar especialmente la atención, como la «Virgen de la Misericordia», de la logia de la Confraternità della Misericordia (luego cedida a la Compagnia de Santa María del Bigallo), en la que un fresco realizado por el círculo de Bernardo Daddi (siglo XV) representa a María como sacerdotissa justitiae, vestida con una capa pluvial en la que se explicitan las obras de misericordia y cubierta con una mitra semejante a las episcopales (como «obispa»). El humanismo florentino, el reflejo del mundo de los ricos contra el que tronó Savonarola, el interés por una devoción mariana en clave psicológica, el análisis del Tondo Doni de Miguel Ángel o el reflejo del espíritu de la contrarreforma nos conduce, finalmente, a una historia abierta en la que –en las últimas líneas del libro– el autor se pregunta sobre las nuevas posibilidades de la iconografía mariana en relación con el papel de la mujer en la sociedad de hoy y con la situación espiritual de Europa.
Esencial en esta obra es la magnífica edición y fotografía: a ella corresponde buena parte del mérito de hacer participar al lector de la sensibilidad y el espíritu de las obras de arte que contempla. Se trata, en definitiva, de una obra que pone de manifiesto las espléndidas realizaciones artísticas y culturales del cristianismo en Europa y pretende mostrar la fuente espiritual de las mismas.
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