lunes, 3 de agosto de 2020

Mª Cristina Inogés: No quiero ser sacerdote. Por Ramón Gómez Ruiz

Inogés Sanz, Mª Cristina: No quiero ser sacerdote. Mujeres al borde de la Iglesia. PPC, Madrid, 2020. 237 páginas. Comentario realizado por Ramón Gómez Ruiz (Seminario Diocesano de Monte Corbán, Santander).

En los últimos 40 años hemos asistido a la toma de conciencia de la mujer y sus derechos. Desde muchas instancias se nos ha insistido en la importancia de la mujer y el mismo magisterio eclesial se hace eco de esta realidad. Pero pese a esta toma de conciencia cultural, social y eclesiástica, muchas mujeres se sienten al borde de la Iglesia como reza el subtítulo de la obra con la que la teóloga católica Mª Cristina Inogés pretende acercarse a la realidad de la mujer dentro del mundo eclesial.

La obra comienza con un amplio y soberbio prólogo de Fernando Díaz Abajo, sacerdote secular y consiliario nacional de la HOAC. En él se reflexiona, a partir de algunas vivencias puntuales del autor y de su propia experiencia humana, vocacional y pastoral sobre el sacerdocio y algunos modos concretos en los que debe encarnarse en nuestro mundo de hoy, ya que es necesaria una reflexión profunda ante “la cruda realidad de lo que la Iglesia y los curas significamos hoy para un número no despreciable de personas, incluso de creyentes” (pág. 11). Por eso es una “necesidad vital –apunta Díaz Abajo- recuperar el verdadero sentido del sacerdocio ministerial en la Iglesia, como servidor de la comunión y la unidad –no de la uniformidad- y como carisma de síntesis, y no como síntesis de todos los carismas” (págs. 16-17). 

Los ocho capítulos en los que se desgranan las páginas que componen este libro van acompañados, por lo general, de experiencias personales de la autora que acompañan la reflexión y la suscitan. Todos los capítulos son una invitación profunda a, en primer lugar, descubrir la llamada personal de cada cristiano que nace y remite constantemente al Bautismo, por el cual, todo cristiano es sacerdote, profeta y rey. No cabe duda de que la mujer, al igual que el varón, es depositaria de los dones de Dios que se convierten en carisma al servicio de la comunidad cristiana, de la Iglesia. Solo desde ahí se puede vivir una existencia cristiana en clave de diaconía y de puesta en común de los dones que recibimos de Dios, a través del Espíritu, para reproducir y prolongar en nosotros la vida de Jesús, el Señor.

Otra de las cuestiones que es importante tener en cuenta es el papel que la mujer ocupa dentro de la formación de los futuros sacerdotes, de los seminaristas. De hecho, este es uno de los detalles que configuran la experiencia de la autora, que no pudo estudiar teología en su ciudad natal, en el seminario diocesano, y estudió en una facultad teológica protestante. Los últimos documentos pontificios sobre la formación de los futuros sacerdotes, entre ellos la Ratio Fundamentalis, insisten en la importancia de la mujer en la formación sacerdotal. Y qué papel pueden ocupar las mujeres en la toma de decisiones, en el gobierno pastoral y en la misión de la Iglesia. 

No se puede perder de vista que la teología no es patrimonio clerical exclusivo, pues “qué horizonte más reducido y pobre le conceden a la teología si consideran que solo sirve para llegar al sacerdocio ministerial” (pág. 137). Este es uno de los grandes caballos de batalla que nos encontramos hoy: la falta de formación teológica de los laicos. Un cristiano formado puede ser un gran apoyo en la tarea ministerial de los presbíteros, creciendo así en corresponsabilidad misional y pastoral, y, por otra parte, se convierte en un auténtico evangelizador.

El libro se asienta sobre una premisa básica: el diálogo. El diálogo que nos lleva a cuestionarnos muchas cosas que “siempre se han hecho así” y que deben “actualizarse”, cambiarse o acompasarse a la eterna novedad del Evangelio para responder así a las necesidades de nuestro mundo y a la exigencia misional que brota del mandato de Jesús. Pues la Iglesia necesita crecer y revisar muchas posturas que se han dado por supuestas a lo largo de su historia. Solo desde esta premisa básica del diálogo se puede crecer y madurar, responder a los desafíos y encender nuestra vida y experiencia cristiana en un ardor evangélico, apostólico y misionero, en definitiva, pastoral. 

Sin duda alguna estamos ante un libro de obligada lectura que hará pensar al lector, plantearse muchas cosas y buscar en su vida la genuina experiencia de la fe.

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