Farràs, Pau: ¿Por qué Haití? Cristianisme i Justícia, Barcelona, 2020. Cuaderno CJ 220. Comentario realizado por Xavi Casanovas Combalía.
Si nos preguntan por Haití no nos veríamos capaces de decir demasiadas cosas. Nos llega el eco sordo de un terremoto hace 10 años y las siempre reiteradas estadísticas sobre su pobreza y subdesarrollo. Poco más. Nada sobre su gente, sobre sus posibilidades frustradas, sobre su historia de liberación, ni sobre el porqué de tanta desdicha. Esto es lo que trata de responder el Cuaderno 220 de Cristianisme i Justícia. “¿Por qué Haití?” es la pregunta que se hace tanto la gente de a pie cuando un titular peregrino sobre sus desgracias llega a la última página de nuestros periódicos, como los altos mandatarios mundiales que se ven incapaces de terminar de una vez por todas las dinámicas de expolio, abuso y desigualdad de esta pequeña excolonia francesa.
Haití, nacido de una revuelta de esclavos que significaban en el siglo XVIII más del 80% de la población, encadenó desde 1805 jefes de estado corruptos, asesinatos de presidentes, nuevas ocupaciones extranjeras y reiterados expolios económicos. Intereses norteamericanos durante la guerra fría, deudas eternas con la metrópoli francesa o la oscura política del mismo Vaticano, sumados a un subdesarrollo endémico, impidieron la más mínima posibilidad de instaurar una democracia sólida y fecunda en el país.
Pau Farrás, periodista y politólogo, nos cuenta en este Cuaderno cómo ser un Estado fallido significa que el 50% de tu población carezca de agua potable, que la desocupación llegue al 70% de los ciudadanos o que la corrupción se instale de forma crónica en las instituciones. El autor no ahorra en detalles y a través de testimonios e historias personales conocemos a damnificados del trabajo de organizaciones de ayuda humanitaria, casos de violencia sexual y abuso continuado, o historias de condenados sin juicio pasando más de un lustro en prisión. Desgarrador y, a la vez, muy sobriamente contado.
Y luego, el terremoto, un accidente natural agravado por la precariedad de las estructuras y edificios. Lo que en otro país no llegaría a las decenas de muertos, en Haití fueron 300.000 las vidas perdidas. Llueve sobre mojado haciendo bueno el dicho evangélico: “Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.”
Quizás la lectura más crítica se realiza sobre las organizaciones internacionales, sean estas de organismos multilaterales como de entidades no gubernamentales. Bajo capa de ayuda se crea literalmente un “gobierno paralelo” con dinámicas de clientelismo y de abuso de poder. Poner el foco sobre estas realidades no solo nos ayuda a entender que las dinámicas de dependencia de la ayuda son claramente nocivas y contraproducentes, sino que, a pesar de mejoras en la transparencia y el control, las relaciones de desigualdad despiertan lo peor del alma humana en forma de conductas aberrantes. Si la mirada aquí es especialmente dura por parte del autor, es por la cercanía con tantas entidades que incluso queriendo ayudar, apenas han podido ni sabido cómo.
El cuaderno termina con propuestas: acabar con la dependencia del exterior, limitar y controlar el poder militar. Fórmulas necesarias y fallidas que permitirían que Haití levantara cabeza y volara un poco más alto. Parafraseando a Luis de Sebastián en aquel famoso libro de África, pecado de Europa, acabada la lectura nos atreveríamos a afirmar: “Haití, pecado del mundo”. Y es que en este cuaderno se nos abren los ojos a una realidad a la que todos hemos dado la espalda. Después de su lectura podemos entender que Haití es la gran asignatura pendiente de nuestro mundo supuestamente civilizado y que no será fácil expiar el pecado de tantos que se han aprovechado de este pequeño país que es, literalmente, el último entre los últimos.
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