viernes, 19 de marzo de 2021

Marta Medina Balguerías: Seducidos y transformados. Por Rafael Fraguas de Pablo

Medina Balguerías, Marta: Seducidos y transformados. La belleza como camino de conversión. Paulinas, Madrid 2020, 119 páginas. Comentario realizado por Rafael Fraguas de Pablo.

Pocas veces hallamos en la literatura religiosa incursiones tan penetrantes y tan amenamente expuestas como la que nos ofrece Marta Medina Balguerías en este segundo libro suyo. Es consecutivo a su Atraídos por lo humilde, de PPC, con el cual debutó en estas lides. Su desenvoltura a la hora de escribir permite averiguar que viene precedida por la expresividad de una evidente y fértil experiencia didáctica como enseñante universitaria. Es la misma soltura que, merced a un lenguaje llano y bello, lejos de la trivialidad, aflora de modo convincente y sincero en su escrito, que parece pensado para germinar en corazones transparentes.

Mas, con sus palabras, sabe llegar también accesiblemente a quienquiera que disponga de una mínima receptividad. Porque hoy, desafortunadamente, como ella lamenta, la disposición hacia los asuntos trascendentes se ve ahogada por la inmediatez de lo superficial placentero, que daña a los espíritus más vulnerables; la trivialidad que tal liviandad esparce coarta la capacidad de asombro, de emoción y de gozo que nos distingue como especie, aquella facultad que, cuando es viable, genera en todos nosotros el encuentro con la belleza que del espíritu y la realidad rezuma.

El tema al que se enfrenta la autora es uno de los más complejos que quepa abordar desde la Estética, así como desde la Filosofía, la Teología o la Religión. Empero, sus estudios universitarios concernientes a tres de tales ámbitos la pertrechan para encarar con sencillez el desafío. Además, imparte disciplinas afines en la Universidad Pontificia Comillas, a cuyo panel de profesores pertenece. Marta Medina se propone en este agradable libro, de atractiva cubierta y manejable tamaño, trazar la senda que conduce desde el bien a la belleza como tránsito de serena mansedumbre hacia el gozo que el amor procura. Y ese Amor es, según escribe con mayúscula, fruto gratuito que la divinidad brinda libremente a cada ser humano junto con la gracia.

La autora ofrece aquí una sencilla metodología para acceder, mediante peldaños accesibles, fácilmente llevaderos, a esa forma suprema de unidad y de entrega que el amor implica. Y lo hace con un lenguaje donde resuenan suavemente ecos de Teresa de Jesús, de Juan de la Cruz, de fray Luis de León, con ese latido suave que conecta con un hilo espiritual, como de restallante plata, los dos polos cordiales de la contemplación mística. Se percibe igualmente la humilde identidad cósmica con la cual Francisco, el de Asís, tan gratamente se relacionaba con la naturaleza. Pero estos nexos, no buscados intencionalmente por la autora, parecieran aflorar con naturalidad de su pluma, sin premeditación alguna ni afectación.

Sin embargo, el libro sortea la tentación, siempre presente en este modo de aventura intelectual, de abismarse por sendas de subjetividad que acaban en el callejón sin salida de una incomunicación solipsista. Por el contrario, alza la mirada y, desde el respeto profundo a la subjetividad perceptiva de la belleza, la objetiva para asegurarnos que lo bello existe independientemente de la conciencia, como un bien real, verdadero, preexistente y anterior a nosotros, porque en su entraña late la idea misma de la eternidad. En la siempre difícil dicotomía entre subjetividad y objetividad, entre el mundo íntimo y la exterioridad tangible, la autora nos propone una vía distintiva, pero integradora, que pondera equilibradamente cada uno de los estadios del proceso del pensamiento. Establece la ecuación que conecta el bien con la verdad y con la belleza, tríada en la cual vibra, para quien desee libremente escucharlo, el eco grato y apacible de la Trinidad.

Libro recomendable, que se muestra lleno de evocaciones poéticas, aunque también de sugerencias prácticas con las que reencontrar esa senda de dos direcciones que nos hace salir al mundo y permitir que el mundo penetre en nosotros. En su armonioso vaivén, fuente de sociabilidad, de benevolencia y de solidaridad, habita el gozo íntimo de la felicidad, concebida por ella como seductora entrega a los otros, donde bien, belleza y verdad convergen mansamente, nos convierten, transforman y humanizan, gracias al mensaje del amor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario