Turkle, Sherry: En defensa de la conversación. El poder de la conversación en la era digital. Ático de los Libros, Barcelona, 2017. 496 páginas. Traducción de J. E. Roca. Comentario realizado por José Ignacio Vitón de Antonio (Universidad Pontificia Comillas, Madrid).
En los últimos treinta años, Sherry Turkle, profesora de Psicología Social en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha investigado los efectos del mundo digital en el comportamiento humano. Sus libros, La vida en la pantalla y Alone Together, nos han hablado de la capacidad de seducción de la tecnología digital y de la realidad virtual para hacer nuestra vida más efectiva y placentera a la vez que se analizaban los efectos para nuestra cultura y nuestras relaciones humanas. En este último libro que presentamos, advierte de las consecuencias negativas de estar siempre conectados al correo electrónico, a Twitter o a Facebook. Más en concreto, analiza el impacto que tiene en la vida familiar, en la educación, en la soledad, en el amor y en las relaciones de intimidad.
Además de una reflexión teórica, incorpora extensas entrevistas que muestran un déficit de empatía constatable en las relaciones entre niños y jóvenes, entre padres e hijos, entre profesores y alumnos y entre directivos y trabajadores en el ámbito laboral. La vacuna para paliar este déficit sería una y simple, la conversación: necesitamos hablar más unos con otros. La tesis del libro es que hemos huido de la conversación o la hemos suplido con sucedáneos, gracias a las aplicaciones tecnológicas de software, que minan la autenticidad de nuestras relaciones humanas, eliminan nuestra creatividad y minimizan nuestra productividad. Sin embargo, hay una salida. En recuperar las conversaciones cara a cara está la posibilidad de volver a una primavera en la que maduren la empatía, el amor, y, en una palabra, la humanidad que se ha cosificado en nosotros.
Comienza el libro con una defensa de la conversación en el capítulo primero para en seguida ofrecernos lo que va a ser el esqueleto de su exposición. Pronto nos avisa, que su tesis «no es la anti-tecnología» (p. 40). Es la «pro-conversación». Toma prestado del escritor y poeta estadounidense Thoreau los tipos de conversación que imaginaba cuando describía las tres sillas de su cabaña. La historia empieza con las conversaciones de una silla, la soledad y la introspección. Continúa con las conversaciones de dos sillas que tienen lugar con familia, amigos y parejas románticas. Y luego están las conversaciones de tres sillas que tienen lugar en el mundo social: el mundo de la educación y el mundo del trabajo sobre todo en el ámbito empresarial y de los negocios. Termina imaginando una cuarta silla que sería la más filosófica de todas. Responde al uso que hemos hecho de la tecnología para crear una segunda naturaleza, esta vez, una naturaleza artificial.
Las conversaciones de las tres sillas se centraban en el diálogo con uno mismo y con los demás, siempre en el contexto de una interacción entre seres humanos. Ahora, en esta cuarta silla, la conversación es no solo a través de las máquinas sino con las máquinas. En esta preposición subyace un cambio de paradigma, el de la inteligencia artificial que puede suplantar nuestras relaciones humanas. La idea es que solo la tecnología nos puede ayudar a superar la brecha de empatía que ella misma nos ha creado. La autora se muestra crítica frente a esta perspectiva ofreciendo avanzar en dos direcciones. La primera, hacia una tecnología que tenga en cuenta nuestras vulnerabilidades en lugar de intentar monopolizarnos. La segunda, caminar a la vez hacia una superación de la brecha de empatía mediante cosas que solo las personas pueden hacer: estar atentos a la soledad, a la amistad y a la sociedad. En una palabra, encontrarnos a nosotros mismos.
La tesis del libro es sencilla y, a la vez, compleja por cuanto identifica bien el problema de nuestras sociedades tecnológicas avanzadas: estamos siempre y permanentemente conectados. La paradoja es que hemos reducido la comunicación a mera conexión y hemos perdido lo que venía siendo el alma de las relaciones interhumanas: la conversación. La autora maneja bien los datos que le aportan las muchas entrevistas que ha mantenido, pero se queda más en un análisis descriptivo que en una reflexión sistemática y profunda de la relación entre el mundo digital y la naturaleza humana. Echamos de menos un acercamiento desde el punto de vista de la justicia social. La tecnología digital no es inocente ni políticamente neutral. Aquellos que están en situaciones de marginación, que carecen de las capacidades para estar consigo mismos en soledad y se entregan a la compañía de un Iphone, que viven en familias desestructuradas donde no hay con quién hablar y se enganchan a Facebook, o que carecen de un dominio de sus propios impulsos y conectados a páginas de Google van erosionando sus valores humanos; están siendo fáciles víctimas de un entorno sin escrúpulos que busca la banalidad y el consumo a toda costa. Da la impresión de que la autora se dirige a una clase media que cuenta ya con los medios: cultura, familia, amigos, trabajo con los que recuperar los beneficios de la conversación. Nos preguntamos si no habría una correlación entre el aumento de lo que podemos llamar “democracia digital” y “desigualdad social”. Contra lo que puede parecer, la universalidad del acceso a lo digital no parece que cree automáticamente en las sociedades desarrolladas un mayor avance de la libertad, la igualdad y la fraternidad. No en vano, es la clase media la que se está reduciendo en las sociedades avanzadas. Y es esta preocupación la que en el fondo late en la obra y en la autora. Esta publicación se acerca a eso que damos en llamar libros de autoayuda que gozan de un gran mercado entre consumidores ávidos de encontrar sabiduría para la vida ordinaria. Ciertamente recomendamos su lectura porque hace pensar, porque sirve de autoanálisis para evaluar cómo estamos usando la tecnología de Smartphones con sus múltiples descargas de apps, Twitter, Facebook; y porque su mirada es propositiva: no tenemos que inventar nada nuevo, tenemos lo que nos hace falta, nos tenemos unos a otros para conversar.
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