Grupo de Espiritualidad Ignaciana (ed.): Escritos esenciales de los primeros jesuitas. De Ignacio a Ribadeneira. Mensajero-Sal Terrae-Universidad Pontificia Comillas, Bilbao-Santander-Madrid, 2017. 887 páginas. Comentario realizado por Abel Toraño (Maestro de novicios de la Compañía de Jesús, Provincia de España).
Al finalizar la lectura de esta extensa obra, brota en el lector un sentido agradecimiento hacia el Grupo de Espiritualidad Ignaciana (GEI) por ofrecernos esta antología de textos de los primeros jesuitas tan bien seleccionada, ordenada y presentada en cuidadosa edición. Si bien es cierto que “todo carisma se nutre de sus orígenes” y que para actualizar este carisma se hace necesario “ser alcanzados por las fuentes”, no menos cierto es que las fuentes de la espiritualidad ignaciana se encuentran repartidas, aquí y allá, en numerosos escritos, de diferente índole (cartas, tratados teológicos, decretos de gobierno, diarios o apuntes espirituales, meditaciones para la oración, etc.); y, en muchas ocasiones, de no fácil acceso para el lector. Estos Escritos Esenciales tienen la virtud de presentarnos, en su conjunto, la visión de la espiritualidad ignaciana tal y como esta fue recibida, vivida y transmitida en los primeros tiempos de la Compañía de Jesús (finales del siglo XVI). Una espiritualidad que compartieron hombres de diferentes latitudes, personalidades y sensibilidades; hombres que, en su diversidad, se sentían unidos por la misma experiencia del Espíritu. Los textos seleccionados van a lo esencial, a la raíz. Por eso, el lector no se encontrará, por lo general, con documentos de gran extensión. Sin duda, el equipo editor ha hecho un notable trabajo para discernir y recoger lo que ha considerado más importante, evitando lo secundario y facilitando así su lectura. Todos los textos nos hablan, de una u otra manera, de la experiencia fundante de Dios y cómo esta experiencia carismática lo fue afectando todo, hasta el punto de dar origen a una nueva orden religiosa, un “nuevo modo de proceder” en la Iglesia.
No se pueden seleccionar los textos sin haber seleccionado a los autores que componen esta antología. Es indiscutible que el primer lugar le ha de corresponder a Ignacio y a los primeros compañeros de París. A estos diez compañeros se suman otros nueve autores individuales, seguramente muchos de ellos más desconocidos para el lector medio, pero de enorme influencia en la andadura de la primera Compañía de Jesús, como son Juan Alfonso de Polanco, Pedro de Ribadeneira o Antonio Cordeses. Los capítulos inicial y final de esta obra son un claro ejemplo de la dimensión corporativa del carisma ignaciano: por un lado se recogen los documentos fundacionales de esta nueva forma de vida que es la Compañía de Jesús; finalmente se seleccionan los textos más significativos de las tres primeras congregaciones generales.
Uno de los logros más destacados de esta edición es el criterio por el que se ordenan y presentan los textos. Los autores se presentan por un orden que, sin ser estrictamente cronológico, sí permite ir siguiendo el despliegue del carisma ignaciano en sus primeras décadas de historia. Ahora bien, lo más destacado es que, para cada uno de los autores, los textos se ordenan siguiendo un esquema circular en tres tiempos: experiencia-doctrina-praxis. La experiencia se refiere a aquellos escritos que recogen el dato primario de las vivencias espirituales personales; la doctrina queda consignada en escritos que son fruto de la reflexión teológica o espiritual y que tienen como base la experiencia; mientras que la praxis apunta a aquellos escritos de carácter pastoral, apostólico o de gobierno.
A estos logros metodológicos, hay que añadir otros notables aciertos de edición que hacen la lectura más ágil y provechosa. En cada uno de los capítulos el lector encontrará, al principio, una breve reseña biográfica de cada autor; apenas una o dos páginas. Pudieran parecer prescindibles, cuando se trata de jesuitas como Ignacio de Loyola o Francisco Javier; pero resultan del todo necesarias cuando se trata de hombres como Juan Codure, Baltasar Álvarez o Everardo Mercuriano, jesuitas con los que normalmente el lector estará menos familiarizado. A continuación de la biografía se encuentra la selección bibliográfica, que recoge tanto las fuentes bibliográficas de los textos presentados, como las mejores referencias y estudios sobre los autores a día de hoy. No podemos dejar de hacer mención al completísimo índice de materias, de más de treinta páginas. Este índice permite que el lector se decida por otro tipo de lectura, yendo directamente a aquello que busca. Así, por ejemplo, a quien le interese el tema de las virtudes, encontrará esa voz, “virtud”, con los textos de referencia y otros términos afines que pueden completar la lectura. Asimismo, el lector podría centrarse en la búsqueda de alguna virtud particular, como aquellas recogidas en las voces “abnegación”, “humildad” o “suavidad”.
Escritos Esenciales pone al alcance de una gran diversidad de lectores las fuentes de la espiritualidad ignaciana. Resultará interesante para pastoralistas o catequistas en su afán por acercar la tradición ignaciana a jóvenes y adultos. Ayudará a profesores, directores de Ejercicios o conferenciantes a acceder de una forma directa a aquellos textos que recogen la experiencia fundacional de la Compañía, la forma en que reflexionaron sobre esta experiencia y la hicieron modo de vida y propuesta apostólica. De forma aún más sencilla, habrá quien aproveche este libro para su lectura espiritual y oración. Pudiera suceder que algún lector avezado, y con ganas de sacar más provecho, echase de menos que los textos seleccionados se hubieran publicado íntegramente, y no solo algunos fragmentos de estos textos (aun entendiendo que sean los más interesantes). Como señala la introducción, es necesario un “implícito pacto de confianza entre lector y editor”; y, a la vez, aprovecharse de tantas facilidades como nos da esta edición: la bibliografía, el índice temático. Lo que lícitamente se pudiera entender como una limitación (por otra parte, necesaria en una publicación de este tipo), no menos lícitamente se leerá como una puerta de acceso para poder profundizar en la materia en ulteriores lecturas. Señala la misma introducción que “la originalidad de este volumen reside en ser el primero en su género”. Desde el más sincero agradecimiento, animamos al GEI a continuar con esta labor de acercar las fuentes de la espiritualidad ignaciana a tantas personas que encuentran en ella su camino hacia Dios; de modo que este primer volumen sea eso, el primero entre otros que se vayan sumando a esta sabia iniciativa.
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