lunes, 16 de julio de 2018

Pablo Cervera Barranco: El peregrino de Loyola. Por Miguel Ángel García Bonasa

Cervera Barranco, Pablo: El peregrino de Loyola. La “Autobiografía” de san Ignacio, escuela de discernimiento espiritual. BAC, Madrid, 2017. 395 páginas. Comentario realizado por Miguel Ángel García Bonasa.

Hay poco publicado sobre la Autobiografía de san Ignacio en español. Hace ya unos años salió la edición con introducción, notas y comentarios a cargo de Josep Mª Rambla SJ; por eso un trabajo como el que nos presenta Pablo Cervera tiene un doble interés. En primer lugar, el volver a suscitar en el mundo de la espiritualidad la “curiosidad” por san Ignacio (si hay un texto ágil y fácil de leer en el corpus de los escritos ignacianos, es precisamente la Autobiografía) y en segundo lugar porque el trabajo que recensionamos es obra de un no jesuita, de un sacerdote de la archidiócesis de Madrid, conocedor y entusiasta desde hace bastantes años de la espiritualidad ignaciana. La clave desde donde se acerca e interpreta la Autobiografía de san Ignacio es la del discernimiento espiritual, del cual el santo es uno de los mayores sistematizadores dentro de la tradición espiritual de la Iglesia, hasta tal punto que ha creado escuela. Hablar del discernimiento, es hablar en infinidad de ocasiones, del discernimiento ignaciano. Nuestro autor presenta la vida de Ignacio de Loyola narrada en su Autobiografía como un camino, un proceso, “una escuela” de discernimiento espiritual, que permitirán al santo durante el resto de su vida preguntarse por la voluntad de Dios, buscarla, hallarla y cumplirla, en una actitud constante y permanente de escucha al Espíritu y fidelidad a sus soplos y manifestaciones. 

Como el propio autor indica en la introducción del libro, en unos tiempos de “cambio epocal”, la gran aportación de Ignacio son las reglas de discernimiento que nos pueden ayudar a orientarnos, “que tienen una base hondamente evangélica y espiritual, y que sirven para la búsqueda, cumplimiento y realización de la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros, en ese camino que nos lleva a la santidad”. 

El libro, dividido en diez capítulos, va presentando fundamentalmente la vida de Ignacio de Loyola valiéndose de los diferentes lugares en los que nació, por donde pasó, vivió y murió. De cada lugar, a modo de subtítulo, le acompaña una afirmación que en esa clave de interpretación desde el discernimiento con la que se accede a la vida de san Ignacio, expresa algo relevante de lo vivido allí. Loyola, Monserrat, Manresa, París, Italia… El último capítulo, el capítulo X, se centra en la estancia final de Ignacio en Roma, mostrándole incansable como “apóstol” de los Ejercicios Espirituales, a la vez que tenaz y constante en su lucha contra aquellos que desconfiaban de él y sus primeros compañeros jesuitas. 

La edición de este libro está cuidada con esmero. Se presentan algunos complementos del texto principal importantes, como por ejemplo la génesis y el género de la Autobiografía, que tanto ayuda a contextualizar la narración ignaciana y que ayuda a ubicar y entender formalmente la narración ignaciana. Pero encontramos también cronología de la vida y época del santo de Loyola, un mapa de los viajes de san Ignacio, junto con tres índices: de textos paralelos, materias y onomástico, unido a una excelente bibliografía, que el autor del prólogo, el P. Manuel Ruiz Jurado sj, destaca y subraya en su escrito. Algo destacable también es el conocimiento y el uso que el autor hace del “corpus ignaciano”: Ejercicios Espirituales, Constituciones de la Compañía de Jesús y otros escritos. Jerónimo Nadal, uno de los compañeros de Ignacio de Loyola en los orígenes de la Compañía de Jesús, insistía en que la Compañía de Jesús es la vida de san Ignacio. A través de la Autobiografía de san Ignacio es posible vislumbrar el carisma, la novedad, pero sobre todo la fecundidad que la Compañía y por lo tanto los jesuitas han ofrecido y ofrecen a toda la Iglesia. 

Nos encontramos pues ante un libro que no sólo cuenta la vida de uno de sus fundadores sino que está mostrando el sentido, la peculiaridad y la esencia de dicha congregación religiosa, en el pasado, pero ofreciendo claves de interpretación para comprenderlos en la actualidad. El libro no sólo nos acerca a Ignacio sino que nos lleva a mirar lo que han estado y están llamados a ser y son los jesuitas concretos. Nos encontramos ante un buen comentario existencial a la Autobiografía de Ignacio de Loyola, que a su vez nos pone en contacto de un modo sencillo y correcto con la realidad del discernimiento. Para aquellos que piensen que la obra está destinada a especialistas y no al público en general habría que recordarles estas palabras del propio autor: “Voy a tratar de hacer accesible a Ignacio de Loyola en los puntos, que son bastantes y muy hondos, en los que pueda hablar al hombre de hoy, en los que pueda hablar al católico, en los que pueda hablar, en definitiva, a todo el que se acerca a él como una imagen de Cristo”.

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